miércoles, 19 de noviembre de 2014

Diario de alguien [8]

Años de todo y nada.


Me habló desde que empecé a lucir bien, desde que perdí el peso necesario para lucir un cuerpo llamativo.
Me habló cuando mis curvas desaparecieron y me convertí en un saco de huesos, enfermo, triste y lastimoso.
Me habló incluso por teléfono, cuando la distancia nos separaba, la distancia y un gran edificio de recuperación mental. Incluso dos veces viajó para visitarme y llevarme obsequios.
Me habló cuando salí, cuando ya había perdido la forma de mi cuerpo y me convertí en una chica robusta y totalmente diferente a quien era antes.
Y hasta este día, donde el fantasma regresó y volvió a empezar a secar mi cuerpo, el sigue aquí y no se va. Daniel no exige que no cambie ni que cambie. ¿Qué será lo que ven en mi sus ojos del color de los bosques?

Aunque a veces no lo entiendo. A veces quisiera contarle tantas cosas, desahogarme con el, pero parece no importarle y cree que ofreciéndome un porro y con unos besos, me sentiré mejor. O quizá ni si quiera sabe lo que hace, últimamente no sabe hacer más que beber y drogarse. La verdad es que, no puedo ni reprocharle, no con la nariz sangrando, desgarrada por tanta metanfetamina. No tengo cara para reclamarle nada, y no quiero tenerla.
No sé de quién fue culpa exactamente. Pero ninguno de los dos habló desde el principio. Yo empecé a salir y a tener más y más amigos, mientras el trataba de disimular sus celos. A consecuencia de esto, dejó de ser tan dulce, es decir, siguió siéndolo, pero no mucho. Nunca me lo dijo, solo hizo lo mismo, empezó a salir y a tener amigos. Nunca le dije que me molestaba que tuviese amigos, si no que empecé a meterme la idea de que tenía otras, e indudablemente empecé a tener otros, y para no mantener ese secreto, hablé con el y le dije que solo podía ofrecerle una relación informal y libre. Al principio se molestó y peleábamos por días, rompió la mesa de centro de su cuarto y arrancó todos los posters y el tapíz de la pared, muy furioso. Pero al ver que era la única opción para estar conmigo, aceptó. 

Y todo se volvió raro. En secreto, revisaba su perfil de facebook y miraba las fotos de todas esas mujeres con quienes hablaba, para ver que nadie me superara. Nunca le dije nada.
Nos veíamos por ratos y ninguno podía reclamarse nada, nunca pude dejar la relación a medias, fue un plazo de años. Años juntos, pero no juntos. Después el empezó a manifestar su desacuerdo y a pedirme que formalizara las cosas otra vez. ¿Pero cómo? Yo ya no confiaba en el como para concederle la importancia. No lo acepté nunca, decenas de veces rechacé su idea. Quería tanto sus virtudes, pero sus defectos me daban demasiada inseguridad como para haberme permitido una ilusión. Yo nunca empiezo cosas que sé que terminarán pronto. Sobre todo si primero no me demostraba que cambiaría, si no que me rogaba algo en serio, mientras seguía saliendo con medio mundo. El decía que no le importaba estar a medias, con tal de estar. Era una estúpida relación de novios libertinos, donde podíamos pasar el rato más lindo de parejita de película, y a las 2 horas terminábamos discutiendo y echándonos todas nuestras culpas en cara. Siempre le repetía que cuando encontrara a alguien mejor que el, lo dejaría.

Luego apareció J.M. Lo conocí en la escuela y parecía ser ideal, era guapo, caballeroso, lindo, tierno, sano. No tomó mucho que yo creyera que había encontrado algo que valía la pena, nos pásabamos los días en el departamento, y le di a probar toda droga. Lo cambié mucho, era un chico que amaba el deporte y no tenía nada de maldad. Ahora supongo que yo no quería su forma de ser, yo solo quería un Daniel, uno que no tuviera todos los defectos del Daniel que conocía. Ni si quiera tuve la decencia de decirle a Daniel que no volveríamos a vernos, simplemente lo ignoraba y no me importaba esconderle que tenía una relación, lo dejaba expuesto descaradamente. Quise creer que a el en realidad no le importaría, porque a el, nada le importaba. Incluso también tuvo novia formal, y todo transcurrió en paz hasta que J.M se fue de viaje y alguien me chismeó una supuesta infidelidad, entonces tomé el teléfono, busqué a Daniel y no dudé en practicar la infidelidad. Y volver a estar con el me recordó por qué había estado con el los últimos años, y me hizo ver que J.M ni si quiera se le acercaba, a pesar de que J.M me adoraba, me trataba como reina y lloró mucho cuando le terminé, tuve que confesarle mi engaño y ni si quiera así quería dejarme ir, estaba dispuesto a perdonarme, pero yo ya no sentía nada, ni si quiera esperanzas de sentir algo, ¿cuál era el objeto, entonces? Y lo dejé, triste, solo, y adicto al cristal. Al mes, decidí gastar miles en drogas, suficientes para matarme, me atasqué y al final inhalé una línea de heroína, lo cual tampoco sirvió de nada, porque Daniel llegó a salvarme a tiempo, y me llevó al hospital donde estuve intoxicada durante días. Y todo esto por nada, porque lejos de volver a los brazos de Daniel, regresé a mi casa, siendo igual de indiferente y despreocupada que siempre. Gastaba todo mi dinero en cristal, tenía que tener al menos una piedra para cada día, cada mañana al levantarme, para ir a clases animada y más despierta, y de paso, jamás comía, ¡NUNCA! Estaba siempre, tan asqueada. 
Los fines de semana eran la muerte, al otro día amanecía casi con los dedos en carne viva de tanto mordisquearlos y rascármelos, la euforia, la boca reseca y estar tan activada me tenían siempre mordiéndome los dedos o la boca. Mi nariz sangraba de repente. No me interesaba hacerme todo ese daño, si me moría, ya que más daba. Cierta vez, dos amigas vinieron a mi casa y no me permitieron drogarme ni ir a comprar, y dos días estuve sin nada.Ya quería que se fueran e intenté correrlas con indirectas, me sentía tan malhumorada y nerviosa, y después empecé a temblar como si tuviera frío, mis dientes rechinaban, daba vueltas en toda la habitación y me sentía muy asustada, la voz fantasma de Samuel empezó a sonar en mis oídos más que de costumbre, podía sentir su aliento. Cada vez me sentía peor, entonces decidí sentarme en una esquina de mi cuarto a llorar, mordí de nuevo el rastrillo, saqué la navaja y la pasé con fuerza en mi antebrazo, dejando unas aberturas con interior blanco y amarillo, brotó tanta sangre, se mezcló con mis lágrimas. El teléfono vibraba, hasta que empezaron a llamar de forma insistente. Era Daniel. Su último mensaje me preocupó. ''Contesta, estoy angustiado por ti, tendré que ir a tu casa, si tú no me abres, me abrirá tu mamá''. Tuve que responder el mensaje, lavarme, vestirme y no tuve más remedio que salir a abrirle. 
Cuando se dio cuenta de mi terrible apariencia y mi notable ansiedad, me pidió que fuera con el a su casa y que me cuidaría para que mi mamá no me viera. Pero con la condición de dejar el cristal. Dije que si por obligación, y me fui con el. Me acostó en su cama, me tapó con un cobertor, y me sirvió un tequila, me compró cigarros y me servía también café caliente. 

-Yo voy a cuidarte para que superes esto. Yo te metí, yo te saco. Todo estará bien. Esto va a ayudarte, a mi me ayudó en su momento.-

Tenía miedo de que me hiciera algo, por alguna razón, me sentía como en una pesadilla, no podía ni acercarse a mí sin que me asustara. Se quedó toda la noche en vela y me dio hierba para que pudiera tranquilizarme y dormir. Me vendó las heridas del brazo y lloró un poco.
Los días que siguieron, pasaba todos los días por mí para llevarme a terapia, donde me medicaron y hablaron con mis padres para explicarles que tenía una adicción y que era válido consumir un poco de hierba. Gracias a esto, dejé la adicción al cristal, una vez más me alejé de el. Ya no más ojos desorbitados, manos ansiosas, labios hinchados ni náuseas, esos malditos vómitos espontáneos que hacían que me ahogara, que se me tapara la garganta y la nariz, juro que sentía tanto terror y asfixia que sentía que en ese momento iba a morir. 

Muy a pesar de lo lindo y enamorado que Daniel parecía estar cuando estaba conmigo, el seguía coqueteando con otras. Y nunca pude olvidar a todas esas novias a quienes les hablaba bonito mientras se besaba conmigo. ¿Acaso yo sería una de ellas? Claro que si. El decía que no, ya que yo era la única que nunca había dejado, porque en verdad me quería. Pero que yo no le permitía hacer más y que todo lo quería a medias. Yo pensaba que su cambio primero debía demostrarlo. Entonces todo siguió igual hasta el año pasado. Seis años de algo que era todo y era nada. ¿Eso era el amor? Lo suponía. ¿Que otra explicación hay para que no pueda dejar a un drogadicto, mujeriego, traficante, alcohólico, problemático y delictivo? Lo conocí tan sano, hasta su cuerpo era muy atlético, sus ojos si que eran bonitos, verdes y expresivos, su cara se veía menos pálida y más feliz. Ahora era muy flaco, su cara estaba muy demacrada, sus ojos un poco saltones, más tristes, siempre enrojecidos, se veía tan infeliz, tan enviciado, acabado, deprimido en el fondo. Y si a pesar de estar así, yo no podía abandonarlo del todo, si, eso pensaba, debe ser enamoramiento, debe ser que lo quiero. Entonces esto es encontrar a tu pareja ideal, otra chica quizá lo hubiera mantenido así, pero yo soy demasiado inteligente como para aceptar sus defectos, ¿no? ¿entonces qué pasaba o qué estaba esperando de Daniel? No quería que fuera mi novio, sin embargo, quería que me quisiera, no quería perderlo nunca. Tenía una idea tan vaga y subestimada respecto al amor. ¿Así era de absurdo? ¿de insignificante? Pero mis palabras se cumplieron. Y cuando le dije que lo dejaría cuando encontrara a alguien mejor, lo hice. Porque ahora puedo estar segura de lo que se siente estar enamorada, cosa que no tiene nada que ver con Daniel. De hecho, desde que lo conocí a el y experimenté el amor, 

¿Quién diablos es Daniel?




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