lunes, 2 de marzo de 2015

Cursilería macabra.

Era unos 2 años menor que yo y era quizá eso una de las tantas cosas que me atraían de él. Nunca fuimos nada más que buenos amigos, nada más, cuando mucho abrazos fuertes, besos en la frente y hasta tomarnos de la mano, pero hasta ahí. Sin embargo, Mau destilaba cierta energía. Sus ojos, enmarcados con unas cejas gruesas y expresivas, una sonrisa tierna de oreja a oreja, su nariz, afilada, su piel, canela y siempre llevaba el cabello muy corto. Su look era algo así como un rapero, su risa muy contagiosa, de su boca escapaban palabras que me hacían morir de risa y siempre era así, alegre, gracioso y bastante lindo. Sincero hasta la médula. A pesar de saber mis gustos, a el le parecían algo aburridos y yo no tenía objeción con los suyos, el, quien aparte de vivir con una familia acomodada, decide salir con pandilleros a quienes les gusta la calle, las drogas, las peleas y el rap. Podría comprarse ropa con más... ¿clase? Pero sin embargo, a el le gustaban las sudaderas anchas, gorras y tennis grandes. Podría tener amigos más sofisticados, pero prefería andar con gente mucho mayor que el y los mismos quienes arrastraron a Mau a los vicios y a su corta edad, había pasado por cosas muy similares a las que yo había tenido que vivir a causa de mi personalidad impulsiva y mi gusto por las drogas y el alcohol. Quizá eso nos hacía tener tanto en común finalmente, nos conocimos de hecho en un grupo de terapia para la drogadicción, muy romántico todo, el, yo, en la sala de espera del psicólogo mientras yo me mordisqueaba los dedos y el me platicaba sus siempre interesantes anécdotas. Todo lo que pasaba en su vida era fascinante y siempre lograba impactarme, a pesar de no ser un muchacho muy culto, prestaba mucha atención y captaba rápido lo que yo le platicaba, además, aunque tal vez no podía hablarme de libros, era capaz de contarme historias dignas de escribirse, y lo mejor de todo es que eran reales. Hicimos cosas divertidas, incluso irme a un retiro católico fue ameno con su compañía.
Como toda la gente que ha dejado huella en mi vida, estaba loco. Mau no conocía los límites y se drogaba y emborrachaba hasta no aguantar, buscaba peleas sin miedo a que le rompieran la cara, (ya de por si estaba lleno de cicatrices), malgastaba y perdía su dinero, se rapaba o cualquier otra locura que se le ocurriera, de hecho, el me pedía que saliera con el porque según conmigo se veía obligado a no cometer estupideces debido a que se sentía responsable de mí.
Llegó el día temido. Mau se me declaró, me tomó de las manos y me dijo brevemente lo que sentía por mí. Yo lo quería, pero, simplemente en ese instante no tenía aún la decisión lista y no me sentía segura de decir que si ni de decir que no. Lo miré a los ojos y le dije que me faltaba conocerlo por dentro. Pareció quedar un poco serio por unos minutos, luego volvió a tratarme con la misma alegría de siempre y me sentí mejor. Pasaron algunas semanas. y salimos de paseo al río. Solo fui a comprar cigarrillos, junto con otra chica. Entre los árboles, me detuve a armar un cigarro de marihuana y entre la maleza apareció Mau sosteniéndose el abdomen. Estaba sangrando. Me alarmé y lo alcancé corriendo. Retiro sus manos, un pedazo de sus tripas estaba saliéndose y bañadas en sangre, su cara había tomado un gesto con un aspecto estremecedor, en sus ojos se reflejaba miedo y locura. Me puse histérica, sus amigos me dijeron que había peleado y lo habían apuñalado, llamé a emergencias. Mientras lo sostenía,el trató de sonreír y me dijo: ''Dijiste que querías conocerme por dentro''.