viernes, 18 de diciembre de 2015

La inverosímil.

Siempre fui un imán para las personas a mi alrededor. Era como la pieza en exhibición en un museo, para empezar. Luego abría la boca y lograba ser como el trailer de una buena película, sobre todo si me lo proponía. Las personas de inmediato ponían su atención en mí... ¿será que podían oler que no soy como ellos?

Nunca me sentí anormal hasta el día en el que me di cuenta de que podía ver y escuchar cosas que las demás personas no. Nunca hablo de ello porque soy cobarde. Porque la voz en mi cabeza, Samuel, no es amable ni tampoco me quiere a pesar de que yo la he creado y de que vivimos en el mismo cuerpo. Quiere matarme y lentamente, poco a poco, bajo torturas mentales e incluso me lastima el cuerpo usando mis propias manos. No hablo de ello porque a el no le gusta que se lo diga a nadie. Porque cuando eso pasa, regresa en mis ratos de soledad y me habla al oído.. puedo sentir su aliento cálido. Me empieza a insultar y me tortura con pensamientos sombríos y extraños. Voces que no comprendo y ahora no solo es él, si no que tiene compañía. Al principio conversan y puedo percibir al menos 4 personas hablando de cosas que parecen insensatas, incoherentes. La voz de Samuel es gangosa y agresiva. Fría y perturbadora. Las demás voces, algunas son chillonas y otras trémulas, recordándome el coro de ''Réquiem'' de Mozart. 


La mayoría de veces, no puedo entender sus diálogos y lo que dicen no significa nada para mí, sin embargo, aún así me incomodan de una manera sorprendente, poniéndome la piel de gallina y causando tal ansiedad en mí que empiezo a comerme las uñas o los padrastros, o a golpearme en los oídos y meneo la cabeza hasta que siento que las voces se desvanecen. Pero otras, ellos son mucho peores y son claros, me asustan, me insultan, me hablan de cosas horribles, frías, malignas, de muerte, de sangre, de peligro. Empiezo a temer a todo, hasta a mí misma. Me siento en el suelo, abrazo mis rodillas, lloro, me odio, tengo miedo. Mis manos tiemblan, deseo violencia y destrucción, deseo lágrimas y dolor, mi alma en penumbra se alimenta de catástrofes y de sangre. 


Mala suerte para mí y buena suerte para los otros si en ese momento estoy sola, pues solo puedo lastimarme a mi misma y derramar mi propia sangre, sintiéndome en ese momento fuera de si y controlada por personas imaginarias, demonios malditos, fantasmas alucinados, que no solo me han hecho querer herirme, si no que también me han arrastrado a intentar mi propio suicidio provocando que me quede con heridas y traumas en el alma y la cabeza. Hospitales y suturas, desintoxicaciones y terapias, medicamentos y lágrimas. Pero, cuando estoy acompañada, las cosas son diferentes. 

Sé de antemano que lo que escucho y veo en esos ratos no es real. Pero juro que en el momento de la crisis, la fantasía pérfida sale de mi cabeza para mezclarse también con la realidad, y heme aquí enloqueciendo y mirando incluso a mis conocidos convertirse en exraños... ¡esperen! No son extraños. Ahora son Samuel y las voces del Réquiem. De sus bocas escapa el tono gangoso de Samuel y el coro angustioso de los demás. Ya no los conozco, ahora son demonios, mis demonios malditos. Es como ver algo sobrenatural, un monstruo queriendo atacar, tengo miedo y siento odio, los odio, sus voces despiertan la violencia en mí, quiero matarlos, destrozarlos, verlos llorar y sufrir. Busco armas, pienso en métodos y planes para lastimarlos, pero sin embargo a veces reacciono con impulso y me lanzo sobre ellos. Al final me doy cuenta de que estuve equivocada y de que a pesar de haber querido lastimar a Samuel, lo que hice fue lastimar a alguien que no tiene nada que ver. Me ha vuelto a engañar y a manipular. 

Quiero ser normal y dejar las pastillas, pero tengo miedo. A veces no las tomo por un día, me acuesto en mi cama y cierro los ojos y comienzo a ver figuras raras, es todo lo que veo diariamente en mi realidad pero en proporciones extrañas. Lo grande se ve pequeño y lo chico se ve grande, o se deforma, los colores cambian y es inexplicablemente perturbador e incómodo imaginar toda esa mierda. Figuras geométricas comienzan a juntarse provocando patrones juntos y repetidos similares a un panal de abejas, provocándome una incomodidad y nerviosismo terrible y repulsivo que ni de chiste me deja dormir. Me dan ganas de rascarme el cuerpo con ansiedad. Es un aviso a lo terrible, pues la mayoría de veces las ''visiones'' llegan acompañadas de voces. Es imposible dormir y concentrarse así, si quiera respirar tranquilo es imposible, pues me falta el aire. Me pongo de inmediato los audífonos y casi siempre pongo ópera. No me queda de otra que correr por el maldito frasco de píldoras. Que importa cuánto lo describa y lo explique. No he conocido a absolutamente nadie que me pueda comprender. Un día conocí a alguien, pero ya no está en este mundo. Ay, Valentina. Tantas veces te vi en crisis sin imaginarme que algún día yo estaría igual... puedo entenderte perfectamente. Te extraño, hermana. 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Escribiendo.

''Maldita mujer alcohólica. Loca. Problemática. ¿Qué diablos ha pasado contigo? Vaya manera de ser imbécil siendo tan inteligente. Eso dicen las notas. Los exámenes. La gente que te escucha platicar. Pero, sabes que es porque no te conocen del todo. Ve y cuéntales toda tu mierda. Ve y diles todo lo que haces. Las idioteces, infamias y desastres que haces por nada. Arriesgándolo todo por nada. Como siempre. Tu vida, que ya nos dimos cuenta de que no te interesa en lo más mínimo desde que tenías 11 años, la pones al filo. Bailas en la oscuridad, entre fantasmas, frente a Leviatán, haces el mal y te haces el mal, haces sufrir y te destrozas, así eres, inteligente para razonar y para crear, pero tonta, lo suficientemente tonta como para destruir tu alma... tonta, qué te puedo decir, si desde que aprendiste a leer no has despegado tus ojos de los libros y has escrito sin fin de historias desde que eras una infante, creo que te fuiste al tope y te volviste adicta a imaginar. A fantasear. Querías vivir, encontrar, disfrutar, sufrir, pero sobre todo aprender.
¿Qué ibas a escribir ahora, nena? Para escribir, había que aprender y a veces los libros no bastaban. Tú y tu necesidad de escribir. Ahora hay que aprender, conocer, sentir. Y te diste cuenta, sin duda, de que a medida de que te arrancabas a pedazos y destruías tu vida gradualmente, sentías placer. Y es que, estar vacío es tan pesado, ¿no crees? Hay que vivir. ¿Qué es la felicidad sin dolor? Si todo lo eterno suena tan grave si lo miras bien... aburrirse es tan fácil, que incluso de la misma felicidad te puedes aburrir... entonces, la estabilidad tanto en la casa como en tu escuela, te enloquecieron. Todo era casi perfecto. Tuviste que encontrarte defectos y usaste eso de pretexto para empezar a vivir. Y te diste cuenta, de que cada experiencia, de esas que te pisotean el alma y te amargan la existencia, son todos aquellos que te dejan tal herida, que para calmarlo no queda de otra más descargar todo ese sentir en letras, en hojas, en el computador... escribiendo''