jueves, 7 de enero de 2016

Éxtasis.

La gente que acaba de conocerme, a menudo me pregunta:
''¿Siempre eres así de callada y de seria?'' 
Y no sabría si responderles si sí, porque ciertamente prefiero no hablar, o responderles que no, pues he tenido momentos en los que soy la persona más alegre, platicadora y entretenida. Opto por responderles que ''a veces''.

Haciendo memoria, de niña no hablaba mucho, no me gustaban tanto sus juegos y el jardín de niños me pareció aburrido y fuera de lo que yo esperaba. Aprendía más todas las tardes con mi padre, quien dedicaba sus tardes a enseñarme a leer utilizando todos los juguetes didácticos que me había comprado. Aprendí pronto y comencé a leer cómics e historietas gran parte de mis tardes desde antes de entrar a la primaria. No encajaba, peleaba y me frustraba. Después empecé a llevar toda clase de dulces y juguetes curiosos y hasta estampas, las cuáles empecé a vender por toda la escuela y comencé automáticamente a hacer amigos, o al menos eso creía, pues sinceramente no me hubiera acercado a ellos de no ser porque mi sentido común me indicaba que no debía ser grosera si quería obtener su dinero. Como sea, aquello me enseñó que tener compañía (de solo algunas personas) no era tan mala. Descubrí lo divertido que era opinar y que si usaba palabras suficientemente elocuentes podía incluso lograr que creyeran en mí y me ayudaran incluso a hacer cosas malas.

Pero mis ánimos de convivir y de ser una persona alegre eran cada vez más pocos. Creo que fueron demostrando que, ¿por qué no? Así como yo era una persona cambiante de humor y que a veces solo le hablaba o era amable con otras personas para obtener algún beneficio, extrañamente no se me hizo increíble darme cuenta de que todos los demás también eran así y que la mayoría de personas de igual manera solo se me acercaban para algún fin. Claro que, no es por paranoia que lo digo porque también estoy consciente de que mucha gente simplemente se aburre demasiado de estar solo y no soporta pensar mucho, por eso busca desesperadamente la atención y la compañía de otras personas, pero, no es mi caso. Descubrí que desde que tengo uso de razón soy una persona a la que le gusta hacer lo que se le da la gana sin darles explicaciones ni a sus propios padres, a quien no le gusta que le den instrucciones ni menos que la contradigan, claro, a nadie le gusta eso, pero yo no lo tolero, a tal grado de que prefiero alejarme y evitar que las demás personas conozcan mi vida porque siendo honestos es un caos y cualquier persona que me aprecie o finja apreciarme se sentirá obligado a pararme, a ''ayudarme'', pero yo, la verdad a veces me siento bien cuando me tiro a la mierda. 
Es por eso que cambio continuamente de amistades y cuando siento que me conocen demasiado prefiero ignorarlos gradualmente hasta dejarlos de ver por completo, para evitar sus rencores y sus posibles desquites usando todas aquellas cosas que les he confiado, cada una representando un arma de él en mi contra. La compañía solo te impide ser y hacer lo que tú realmente quieres hacer, porque todos tienen esa insistente necesidad de controlarlo todo. 
Yo disfruto muchísimo estar sola, no hay mayor libertad que la soledad. No hay mejor lugar en el día, que la madrugada, donde todo es quietud, sin escuchar la voz de nadie, sin tener que hablar ni ver a nadie, donde solo los perros están despiertos, ya ni si quiera sé si padezco algo parecido al insomnio o definitivamente le soy fiel a mi amor nocturno. 

Sin embargo, dicen que la soledad es mala, y al parecer puedo afirmarlo, pues he llegado a excesos donde acabo encerrándome demasiado en mí misma al punto en el que termino acorralada entre las ideas más sombrías que yo misma encontré escarbando entre recuerdos y miedos que analicé en todos esos momentos de silencio solitario en mi habitación, mezclada con aburrimiento, seguido creo que lo que necesito es compañía pero cuando decido salir sigo sintiéndome vacía y aburrida, con ganas de fingir diarrea y regresarme a casa. Pero recuerdo que si, hay una manera de hacer que hable, y que me den ganas de platicar. En algunos casos el alcohol, pero hay algo que nunca me falló: el éxtasis.

Siendo honesta, lo probé porque escuché que te bajaba de peso, pues dejaba de darte hambre y sueño, aunque bueno, ese creo que nunca lo tuve. Pero terminó gustándome también su efecto: empecé a sentir que la gente a mi alrededor me agradaba, me hacía creer y sentir una verdadera felicidad y un hormigueo en el cuerpo que me hacía bailar. Me dejaba de importar el hecho de rebelar cosas sobre mí y contar anécdotas, pues creía que quería a todo el mundo. De hecho, creo que mi natal hastío y repugnancia hacia las personas desconocidas me impedía si quiera enamorarme, pues aunque una persona lograra gustarme y salir conmigo seguía sin encontrarle chiste. Pero no fue hasta que probé las drogas y tuve que convivir con alguien que me agradara estando drogada para poder hacerlo conocer al menos algo de mí y dejar de ser tan naturalmente cerrada y seca. 
Si conseguían agradarme demasiado estando drogada, probablemente también sobria empiecen a caerme bien y es así como aprendo a agarrarle el gusto y el cariño a alguna persona y si las cosas funcionan probablemente logro quererlo de verdad, al menos por algún tiempo, pero tienen que ser personas espontáneas, de esas que comprenden que pueden morir en cualquier momento y que tienen que aprovechar para hacer lo que quieran y dejen de darle su completa importancia a eso que le llaman ''futuro'', algo que ni si quiera saben si existe para ellos en el fondo lo sienten, y lejos de ponerme ataduras me llevan a conocer cosas fantásticas que quizá jamás imagine pero que definitivamente tenía que vivir.