Luz roja. (2005)
Todo ha sucedido sin darme cuenta. Yo era totalmente diferente, no siento que haga algo incorrecto. Siempre he comido dulces, pan, helado, simplemente siempre he comido lo que me apetece, cuando me apetece. ¿Qué no es normal comer cuando tienes hambre? Pues yo siempre he hecho eso, pero ahora ya no es como antes, ahora engordé. ¿Por qué? No lo sé. A veces mi mamá dice que es ''el crecimiento'', pero yo ya no le creo porque siempre me está molestando y siempre se está burlando de mi y haciendo comentarios que me ridiculizan por ser una gorda. Sus hermanos igual, siempre soy la burla de la hora de la comida. Ya llevo tiempo, como un año, con este cuerpo extraño que, si comparas las fotografías de antes con las de ahora, parece que no es mío. ¿Como conseguí tanta grasa en este tiempo? Mñe.
Yo, hace un tiempo no me notaba tan gorda. Pensaba en eso, me gusta como se ven las niñas delgadas, y siempre supe que no estaba ya más como ellas, pero trataba de imaginarme que aún así lograba verme bien y que no estaba tan lejos de ser flaca. Mi papá dice cosas que debo aceptar aunque no me gusten:
''¿Por qué no adelgazas? Eres una niña muy bonita, pero te gusta estar toda panzona.
¿Por qué no haces ejercicio? Por floja, ahora eres gorda y cuando crezcas querrás adelgazar y ya no vas a poder. Ve a tu mamá, ni si quiera fue gorda de joven y ahorita ya es gordita, tú vas a ser el triple.
Ahorita como ni te interesas en los chavos ni nada, ni te importa ser gorda, pero después no te gustara.
Vimos una niña muy bonita, se parecía mucho a ti, solo que bien delgadita. Así te verías si adelgazaras, pero te gusta estar así...
¡Deja de comer tanto de eso! ¿no ves como estás?''
Pues bien. Supongo que ya entendí. Y tal vez debo dejar de autoengañarme y debo empezar a aceptar que pues si, soy gorda, soy una mala versión de mi misma. Mi papá también dice que si tengo la oportunidad de ser bonita, que debería aprovechar porque así podría sacar más provecho a mis habilidades. Yo creo que si. Me recuerda al concurso de música, donde una niña que apenas y sabía lo básico de violín, me ganó, solo por ser delgada, bonita y simpática.
Me siento tan ridículamente gorda, que hasta me da vergüenza correr en público. En gimnasia me siento muy torpe y fea. Necesito tener el valor y hacer el esfuerzo para cambiar, tal vez cueste mucho trabajo, ya que llevo un mes siguiendo la dieta que el nutriólogo me dio (mis papás me llevaron), y aún así, no bajo más de dos o tres kilos al mes. Ni aunque me he estado matando en gimnasia logro bajar. Así que voy a evitar comer, no comeré nada en varios días. Me voy a desnutrir, como los africanos, seguro así todo será muchísimo más rápido, no importa si me enfermo o algo así, volveré a comer cuando me guste como me veo, y eso debe pasar pronto, antes de entrar a la secundaria.
Secundaria.
Me gustó mucho haber entrado a la secundaria. No podía ser mejor, bajé 10 kilos, estoy en la escuela que quería, tengo mi primer novio...
Creo que todo el esfuerzo ha valido más que la pena. Cambié de personalidad, ya no soy la niñita buena onda de la cual a penas y recuerdan su nombre, no, ahora soy mucho más feliz. Llamo la atención de todos, soy de las más lindas y me siento bien. Aún seguiré con la dieta, solo para quitarme unos cuantos kilos que ya no quiero, será rápido, pero por el momento, me siento mal de ver como mis amigas comen chatarra y porquería y media en la escuela, y ellas son delgadas, y yo no. ¡NO ES JUSTO! Mi mamá dice que tenga cuidado, que solo tengo 12 años y que no es correcto ponerme dietas estrictas. Si supiera que no me como ni el lunch de ensalada que me manda, me mata.
Pero bueno, supongo que la envidia y el hambre que paso en el recreo viendo a mis amigas comer, vale la pena. Lamentablemente, soy de esas que tienen que pagar y esforzarse por algo que otros, tienen gratis.
Valentina. [2008]
El día que llegó a la escuela, llamó mi atención. Era delicadamente
bonita, su piel era pálida, sus ojos tenían un color café tan claro, que
parecían amarillos, del color del oro. Su cabello era rizado y corto, ella era
alta y muy, muy delgada. Tan delgada, que me dieron más ganas de ayunar.
Ella era aislada desde que llegó. Cortante con todos los que trataban de
acercarse a ella, se veía callada y tranquila, hasta que la descubrí vomitando
en el baño de la escuela después de comer. Yo solo esperaba entrar al baño,
pero cuando ella salió, me miró tímidamente y me dijo mientras se lavaba las manos:
-No le digas a nadie.-
-¿Por qué supones que le diría a alguien?
-Porque ya me he dado cuenta de lo maldadosa que eres... solo te pido
que no lo hagas conmigo, yo no me meto con nadie.
-No diré nada. Para la próxima, no tomes tanta agua. Vomitar es más
difícil si tomas mucha agua.
Y después de decir eso, salí del baño.
Y notaba que ella tampoco comía en el recreo. En poco tiempo, Valentina
y yo, nos hicimos inseparables. Nos cubríamos la una a la otra hasta con
nuestros propios padres; ''ya comió en mi casa, señora''.
Descubierta.
La cosa era tener que comer en mi casa en vacaciones. No hay escuela ni
actividad que pueda ayudarme a huir, y tenía que comer porque no te puede doler
la panza todos los días.
Bueno, en mi casa nunca fue forzoso cenar ni desayunar, menos en
vacaciones que cada quien comía cuando quería, lo único malo, era la hora de la
comida, donde todos nos teníamos que sentar a comer.
Comía siempre lo menos que podía. A veces me salía bien, a veces no. A
veces me emocionaba y comía hasta reventar. Y luego vomitar, diario vomitar.
Supongo que lo sospechaban, pero tal vez no querían admitirlo… o, ¿en serio lo
he estado haciendo tan bien? Porque parecieron muy impresionados.
Antes de ser descubierta, mi paranoia era que empezaran a sospechar al
verme entrar al baño inmediatamente después de comer… ¿y si se me salía un
ruidito? Entonces, se me hizo fácil poner un bote como de un litro y medio debajo
de la cama. Lo usaba para subir a mi cuarto, ya que era normal que siempre
estaba encerrada, y ahí vomitar sin levantar sospechas. Me salió bien por
meses, después de usarlo lo dejaba tapado y escondido, lo asqueroso era tener
que tirar después todo en la taza, pero bueno, valía la pena.
Un día, la señora que ayuda a mi mamá en la casa, entró a mi cuarto a
limpiar y, pues si, se encontró el bote lleno, y si, si me acusó.
No lo sabía hasta que mi mamá me llamó desde mi cuarto y comenzó a
gritarme preguntando qué era eso y diciendo que era una sucia asquerosa por
guardarlo y qué como me atrevía a hacer esas estupideces. Me cacheteó y me jalo
el cabello. Luego llegó mi papá igual gritándome con agresividad, diciéndome lo
inepta y tarada que era y me castigaron poniéndome a lavar los patios.
Creo que ahí empezaron los problemas.
Adiós y hola.
Definitivamente, siempre supe que todo lo que decía era una total
mentira, no era fumadora, no era alcohólica, es más, me costaba trabajo tomarme
una cerveza completa, no es tan buena. Es más, mis padres no me dejaban salir
ni a la esquina, era por eso que según yo, inventaba anécdotas y trataba de
aparentar ser una chica liberal y fiestera, que sabe todo y practica de todo,
pero, solo soy una mocosa de 14 años obsesionada con su peso y la comida, y por
ser rebelde, no sé para qué carajos. Ni si quiera sabía fumar. Ni si quiera me
había embriagado hasta el día en el que mis papás me negaron el permiso para
salir a una fiesta, porque mis reportes y mi conducta escolar eran un asco,
claro. Después de rogar, entendí que no iría y me escapé de casa en pleno día
para ir de fiesta. Sabía que sería descubierta, pero y qué, estaba afuera y era
lo importante, afuera bailando hasta la noche en el club donde nos venden
bebidas alcohólicas a los menores de edad. Tal vez no lo dije, pero era la
primera vez que estaba fuera de casa a las 4 am besando a un chico. A mí me pareció
genial y nuevo, bebí y bebí hasta que mis amigos se ofrecieron a llevarme a
casa, insistían en dejarme en la puerta, pero no revelé que me salí sin permiso
y no me arriesgaría a que mi mamá me regañara histérica delante de mis amigos,
así que no recuerdo que dije, pero hice que me bajaran en el principio de la
larga avenida. Larga y peligrosa avenida que caminé en la madrugada y bajo la
lluvia y el frío. No me quejé, de todas formas, es más, me frustraba ver que
acababa de salir con compañeros de mi secundaria, los cuáles no tendrían que
enfrentar la terrible discusión que yo tendría que tener con mis padres cuando
llegara a casa, y eso que solo fueron a una fiesta, y yo solo quería ir. Sentía
tener el derecho, porque, no siempre iba a hacer lo que ellos dijeran. Hay que
enseñarles quién manda, además, soy suficientemente mayor para salir, mis
amigos lo hacen y es lo de mi edad... necesitaba vivirlo.
Pero por el contrario, no puedo salir, ni puedo hacer nada divertido, ni
si quiera puedo comer o no comer cuando yo quiera, hasta eso quieren controlar.
¡Estoy harta y cansada! Quisiera que mis padres no estuvieran todo el día en
casa vigilándome y diciéndome qué hacer. Quisiera que trabajaran todo el día,
como los papás de mis amigos... quisiera poder salir a donde me plazca, hacer
lo que quiera y no comer hasta ser delgada. Supe que no aguantaría mucho ese
día que la actitud controladora de mis padres salió de sus límites. Fue ahí
donde mi papá pronunció la frase clave:
-Si no te gusta como vives en esta casa, vete de aquí.
Por toda contestación, hice mis maletas y me fui. Nadie me detuvo.
La decisión fue tan rápida, que cuando estaba afuera, no sabía qué hacer
ni a donde ir.
Meditando un poco, Lilia y Edgar
llegaron a mi mente. Mis dos primos que vivían solos en un departamento que sus
papás pagaban desde Tijuana para que estudiaran acá, Lilia iba en la
preparatoria y Edgar en la universidad... y eran unos holgazanes, sabía que
podría chantajearlos no solo para que me dejaran quedarme ahí, si no para qué,
lo mantuvieran en secreto.
Por primera vez en su vida, Daniel fue oportuno y apareció conduciendo
en frente de mí.
-Está lloviendo Oli, ¿qué diablos haces con maletas, quieres llevarlas a
algún lugar?
-Si. Ahorita que se pase la lluvia tendré que ir.
-Sube al auto, te llevo donde necesites.
Lilia y Edgar de cristal. [Diciembre del 2007]
Se fueron un momento a hablar a la cocina.
-Muy bien, Oli, puedes quedarte aquí, pero, no digas nada de lo que
veas. Toma en cuenta que no podremos cuidarte como tus padres ni mantenerte.
-No soy una niña ni una chismosa, solo quiero un lugar donde quedarme.
No necesitan ni si quiera comprarme comida, yo me las arreglaré. Quiero una
casa, solamente.
Con este acuerdo, llegué a mi habitación vacía y fría, en la que estaba
encerrada todo el día, cuando no me iba a la calle. Pasaban días y yo no comía
nada y... ¡nadie me obligaba! Era un sueño hecho realidad. Era libre.
Sin embargo, entré a trabajar al acuario del padre de una amiga, ganando
a penas para saldar mis colegiaturas, dispuesta a pagarlo todo aunque me
quedara sin nada. Y pagué una, eso si. Viendo a mis papás pasar por mi hermano
diario y mintiendo a la psicóloga. Pero papá jamás me pediría perdón para
regresarme a casa...
Todas las mañanas, a las 6 am, me paraba a bañar y a veces me encontraba
con Lilia y Edgar completamente drogados y tirados en el suelo. A veces eran
ellos con sus amigos. A veces estaban profundamente dormidos, en ocasiones
cubiertos de vómito... me resultaba un poco lastimoso, pero me
acostumbré...juro que nunca pasó por mi mente acabar igual que ellos, se me
hacía estúpido y sin objetivo, además, las drogas destruyen el cuerpo y la vida
de las personas, ¿no?
Todo empezó en una de las acostumbradas reuniones que mis primos
organizaban muy seguido en el departamento, no solía hablarles a sus amigos, de
hecho, yo me la pasaba encerrada en mi cuarto mientras había fiesta afuera, no
sabía por qué siendo una adolescente deseosa de descubrir y divertirse sin
padres que la detuvieran, yo no me había unido al desastre de mis primos.
Supongo que el hecho de que todos fueran mayores que yo, me intimidaba, ni si
quiera sabía de qué podría hablar con ellos sin llegar a parecer una tonta, y
además, su desastre me parecía demasiado. Demasiado destructivo y adicto, tal
vez por eso tardé en acercarme. Un día, presa de la aburrición y el hambre que
tenía, sin tener un solo peso, fui a la cocina con la intención de unirme y
entretenerme un rato, no les iba a hablar yo, pero esperaría, quizá alguien me
hablara cuando me viera en la cocina. Me
hice la que me servía agua mientras escuchaba que Jessica, la amiga de mi
prima, le preguntaba que quién era yo. Mi prima me llamó y me presentó.
-¿Aquí vives? Nunca te había visto, no mordemos, eh.- Dijo Jessica.
Me senté con ella y con mi prima, observando la mesita de centro, donde
había un espejo cubierto de droga y una pipa.
-¿No quieres nada?- Preguntó Jess.
-No, no le des nada, va en la
secundaria. - Indicó mi prima.
-¿Qué se siente? - Pregunté.
-Pues... esto es por si quieres relajarte, pero te da mucho sueño y
hambre después. - Explicó Jess, jugueteando con la hierba seca entre sus dedos-
Y esto, es cocaína, te activa, aunque pase rápido. Las pildoritas son cristal,
me gustan más, me divierte más y dura más, aunque lo malo es que no duermo y no
como - Mi prima y Jess rieron.
-Dame un poco de ese cristal.
Jessica sonrío y abrió una de las cápsulas. Parecía azúcar. No sé por
qué me dieron sin ni si quiera pensar en mi edad y en que era una primeriza, ni
si quiera mi prima reclamó algo. Ahora, supongo que se encontraban demasiado
drogadas como para razonar. Jessica hizo
dos líneas del mismo tamaño y se inhaló una con algo parecido a una pajilla.
Hizo la cabeza para atrás y suspiró fuertemente. Después, me dio la pajilla y
me indico que era mi turno. Inhalé un poco y sentí una horrible mezcla de ardor
y dolor en la nariz, tanto que me dio miedo inhalar lo que faltaba.
-¿Te dolió?
-¿Es normal que duela tanto?
-Lo es. Pero si no lo aguantas, cómelo.
Me puse el popote en mi otro orificio nasal y volví a inhalar otro poco.
El resto, me lo comí.
Pasó muy poco tiempo para que me sintiera diferente. Me sentí muy alegre
y enérgica, sin trabajos comencé a socializar y a platicar con otros amigos de
mis primos, incluso después le pedí otra cápsula a Jessica.
-Ya basta, Jessica, tiene 14 años, como probadita está bien.- Le reclamó
mi primo Edgar.
-Es mi droga y se la doy a quien yo quiera, además, mejor que la pruebe
en confianza y no con desconocidos. - Diciendo esto, Jessica me regaló la
segunda cápsula.
No supe exactamente como se pasó tan rápido la noche, pero cuando
amaneció, ya no tenía hambre ni tampoco tenía sueño. Muchos de los amigos ya se
habían ido y solo quedaba Jessica, mis primos y otro amigo de mi primo. Tenía
el estómago revuelto y cualquier alimento que se me venía a la cabeza, me
provocaba náuseas. Justo lo que siempre había deseado, no tener antojo de nada.
A pesar de que mis primos y sus amigos estaban acostados, hablando despacio y
escuchando música, yo me arreglé un poco y me fui a la escuela. Ni si quiera
tenía sueño, pero apenas a la tercer clase, no aguantaba el cansancio.
Víctima.
Yo la quiero muchísimo. Ella es mi única compañía, digamos que solo ella
me comprende, todo lo que me agobia, puedo contárselo. Aunque hay un tema que
no puedo tocar con ella: Daniel.
Ella lo ama, al parecer. Sería capaz de muchas cosas por él, hasta de
despreciarse a sí misma, ella lo busca, le ruega y lo peor, aún está
esperanzada en lograr que la quiera. Pero el, ni si quiera la mira, la toma
incluso a juego y con trabajos y recuerda su nombre...
Yo lo conocí hace poco, también. El es hermano de una vecina, se llama
Sandra. Ella acabó la universidad y me enseña inglés en su casa. Yo conocía a Daniel de vista desde hace ya algunos meses, sin embargo, el era demasiado
guapo y demasiado mayor como para fijarse en mí. Y yo me sentía suficientemente
fea como para que el me mirara. Sin embargo, un día, miré su solicitud en Hi5.
Ahí crucé mis primeras ''palabras'' con alguien con quién solo cruzaba miradas, de hecho, ya tenía como un
mes que no iba a su casa a recibir las clases de su hermana, sin embargo, para
nada me emocioné o ilusioné.
J: ¿Tú eres la vecina? Ya no te he visto por mi casa, ¿cómo estás?
Entonces, después de unas cuantas palabras, me encontraba haciendo chat
con cámara con el. Fue muy divertido y agradable, de todas formas, no me
esperaba nada, puesto a que tenía novia y al parecer la quería mucho. Le
escribía cosas bonitas y se tomaba fotos románticas con ella a cada rato, ahí
descarté por completo la posibilidad de que hubiese algo entre nosotros, pero
me había caído muy bien y eso me pareció motivo suficiente para empezar a ir a
su casa únicamente a pasar el rato. Nunca había nadie, el siempre estaba solo y
yo también, porque mis papás no me dejaban salir mucho tiempo, entonces Daniel fue un buen entretenimiento que estaba a la vuelta de mi casa. Nos pasábamos la
tarde sin nada fuera de lo normal, veíamos películas, jugábamos videojuegos y
platicábamos, nada pretencioso, el nunca intentaba pasarse de cariñoso ni yo
tampoco.
Pasaron varias semanas para que, un día, como muchos otros, fuera a su
casa. El me dijo que me prepararía galletas. Puso música y nos fuimos a la
cocina a hacer la galletas, pero, esta vez, el actuaba diferente. Me tomaba por
la cintura, me abrazaba y se me acercaba demasiado para decirme cualquier cosa
y con un extraño tono ''seductor''. Estaba, en ese momento, un poco confundida
y también me estaba gustando su juego. Ese día terminó en besos y mis primeros
toqueteos. No hablé nada al respecto de su novia, aunque siempre lo estuve
pensando. Me regresé a mi casa y pensé en eso todo el día... no entendí la
actitud de Daniel, es decir, ¿por qué era tan mentiroso con su novia? El me
gustaba mucho y en estos momentos estaría muy feliz, si no fuera por eso,
porque tenía novia y era un mentiroso. Además, me sentía utilizada. Pasaron
otros tres días de besos en su casa, hasta que me atreví a hablar.
-¿No te sientes mal de engañar a tu novia?
-Contigo, no.
-¿Sabes? Cuando te conocí, pensé que la querías muchísimo.
-Para nada.
-Pues, como llevan más de un año y por tus publicaciones, pues llegué a
pensar que la querías mucho.
-La quería, ahora estoy cansado de ella y no la termino por lástima.
-¿Ella te quiere?
-¿Por qué estamos hablando de ella?
-Porque te digo que pensé que la querías, me tomó por sorpresa que a sus
espaldas la engañaras y encima tu capacidad de decirle tantas cursilerías en
tus publicaciones que, según tú, ni si quiera sientes.
-Ok, ¿te molesta que tenga novia?
-Me da igual, no soy yo a quién engañas, pero no creo que deba seguir
haciéndote segunda, yo creo que lo mejor es volver a ser solo amigos, igual que
antes.
-Si quieres la termino. Me la paso muy bien contigo y me gustas mucho,
me gusta mucho como me veo contigo, quisiera tener algo bien.
''Algo bien''. A punto de decirle que si, pensé las cosas y le dije:
-Pues bien, sería una decisión
tomada antes de tiempo, no puedo estar segura de que ya no tienes novia ahora,
y no aceptaría ser novia de alguien que tiene pareja.
-Está bien. Yo te lo diré de nuevo cuando ya no tenga novia.
Ese día pensé mucho en eso y, me pregunté si era verdad que alguien como
el dejara a su novia por mi, o tal vez era mi baja autoestima la que me hacía
sentir inferior. El tenía 17 y yo 14, el podría estar con alguien que no fuera
una mocosita como yo, por eso, prefería aún no creérmela y esperar hasta ver
las cosas más en serio. Ese era el primer problema, sin contar que mi mejor
amiga estaba profundamente enamorada de Daniel y que, básicamente yo la
traicionaba besuqueándome a escondidas con el sin ni si quiera mencionárselo a
Valentina.
Pero Daniel cumplió lo que dijo. Terminó con su novia, borró todas sus
fotos con ella y publicó en su cuenta que estaba soltero. Y después, volvió a
repetirme que se la pasaba muy bien conmigo, que le gustaba mucho y que quería
tener algo bien. Y, yo no pude negarme. El era la única persona que me podía
hacer sentir bonita con las cosas que me decía, vivía cerca, podía verlo
siempre y además, fumábamos hierba todo el tiempo en su casa. Eran mis horas
favoritas en el día, era algo que me emocionaba y que, sin embargo, no podía
contarle a nadie, porque a la única persona a quién me atrevía a decirle todo
de mi, la estaba traicionando.
Después de haber vuelto a mi casa, sobreviví con hierba a mis ganas de
volver a probar el cristal, hasta que Daniel comenzó a comprarlo también. Tenía
un amigo enorme llamado Toño, el era un moreno de cara fea que se dedicaba a
vender cristal y que yo sólo veía cuando le vendía a Joseph, después íbamos a
su casa y nos acabábamos todo en un rato. Sentía que no me importaba nada
cuando estaba drogada con el. Empecé a llegar tarde a mi casa y descubrí el
sexo. Cosa que me gustó, y que, como todo lo
que vivía con Daniel, no podía contárselo a nadie.
Valentina también tenía ganas de volver a probar el cristal y yo tenía
ganas de volver a drogarme con ella. Sin embargo, ni si quiera sabía donde
conseguirlo, ya que Daniel no me lo regalaba porque habíamos prometido
mutuamente no drogarnos con otras personas. Entonces, le robé a Daniel el
número y la dirección de Toño, Valentina y yo inventamos a nuestros padres que
iríamos a una piyamada a casa de la otra y así conseguimos tener una noche
libre para nosotras, aunque Vale intentó echarse para atrás diciendo que era
peligroso buscar al hombre, pero yo me enojé, pues todo estaba ya planeado, le
llamamos a Toño y nos citó en su casa, que estaba en unos poblados no muy lejos
de la ciudad. Tomamos el autobús y nos dirigimos a la dirección. La casa estaba
sobre la carretera, rodeada de árboles y sembradíos, era de un solo piso y no
muy grande. Cuando entramos, Toño nos saludó amablemente y nos dijo que lo
acompañaramos a la cabañita de la parte de atrás. Era una casilla descuidada
que estaba en el fondo del terreno, vieja y sucia. Y ahí vamos, las dos idiotas
siguiendo a aquél maldito que, al hacernos entrar a la casucha, saco dos
frasquitos de cápsulas de cristal.
-Solo tenemos para llevar una. - Aclaré.
-No importa, paguen una con su dinero y el resto me lo pagarán con otra
cosa.
Mi amiga y yo nos miramos extrañadas.
-No gracias. - Le dije - Queremos pagar con dinero y solo queremos una.
-Por un frasco no me arriesgué a traer hasta acá a dos mocosas. - Nos
dijo Toño, agresivo.
Entonces intentamos salir por la puerta y el me tomó por el cabello, me
tiro al suelo y me arrastro aventándome en una esquina como si fuera de trapo,
después intentó quitarme la chamarra. Mi amiga llegó por atrás, golpeándolo con
una escoba. El hombre, furioso, la golpeó y la lanzó al otro cuartillo, y,
cuando traté de defenderla, me empujó y caí al suelo, todo me daba vueltas en
medio de los gritos desesperados de Valentina, mi vista se nubló hasta hacerse
todo negro por un momento, hasta que, volví a abrir los ojos y escuché a mi
amiga quejarse. Sin hacer ruido, me levanté y tomé la pala que estaba acomodada
en un lugar de la cabaña, y, no sé de donde saqué las calorías para golpear al
hombre, pero lo hice, muy fuertemente y en la nuca del hombre, haciendo que se
volteara mientras se sobaba la cabeza, entonces aproveche y volví a estamparle
la pala en la cara. El hombre volvió a sobarse y cuando intentaba levantarse,
volví a golpearlo y esta vez, varias veces, todas en la cabeza. La boca del
hombre y su frente estaban sangrando, cosa que no me importó y seguí
golpeándolo furiosamente en la cabeza hasta que dejó de moverse, mientras que
mi amiga recogía su ropa y empezó a gritarme:
-¡Déjalo ya, Olivia, vas a matarlo!
Entonces se medio levantó frente a mí y tiré la pala. No había tiempo
para nada más, y yo, que apenas podía con mi flacucho cuerpo, levanté a mi
pobre amiga malherida del suelo y la cargué como pude. La saqué de la cabaña y
detuvimos un taxi que, cuando nos miró bien, debió haberse arrepentido de
habernos recogido. Yo tenía un enorme moretón en la frente y mi amiga en el
ojo, además cojeaba. Estábamos despeinadas, sucias y llorosas. Tuvimos que
inventarle a nuestros padres que todo fue una pelea callejera.
Esa fue la primera cosa que le pasó a Valentina por mi culpa... desde
ese día, dejó de ser la misma. Ella ya no sonreía ni si quiera conmigo. Sus
ojos habían perdido el poco destello de brillo que le quedaba, ella ya no se
arreglaba como antes, ya no se miraba al espejo. Ya había perdido muchísimo más
peso, ella y yo siempre tuvimos casi el mismo IMC, sin embargo, ella ya estaba
ahora unos 8 kilos más delgada que yo. Lejos de motivarme, dejé mi estúpida
actitud competitiva de a lado e intenté que ambas comiéramos. Quería que nos
curáramos juntas, quería que saliéramos de esto. No quería que se muriera.