miércoles, 22 de octubre de 2014

El diario de alguien.

Luz roja. (2005)


Todo ha sucedido sin darme cuenta. Yo era totalmente diferente, no siento que haga algo incorrecto. Siempre he comido dulces, pan, helado, simplemente siempre he comido lo que me apetece, cuando me apetece. ¿Qué no es normal comer cuando tienes hambre? Pues yo siempre he hecho eso, pero ahora ya no es como antes, ahora engordé. ¿Por qué? No lo sé. A veces mi mamá dice que es ''el crecimiento'', pero yo ya no le creo porque siempre me está molestando y siempre se está burlando de mi y haciendo comentarios que me ridiculizan por ser una gorda. Sus hermanos igual, siempre soy la burla de la hora de la comida. Ya llevo tiempo, como un año, con este cuerpo extraño que, si comparas las fotografías de antes con las de ahora, parece que no es mío. ¿Como conseguí tanta grasa en este tiempo? Mñe. 

Yo, hace un tiempo no me notaba tan gorda. Pensaba en eso, me gusta como se ven las niñas delgadas, y siempre supe que no estaba ya más como ellas, pero trataba de imaginarme que aún así lograba verme bien y que no estaba tan lejos de ser flaca. Mi papá dice cosas que debo aceptar aunque no me gusten:

''¿Por qué no adelgazas? Eres una niña muy bonita, pero te gusta estar toda panzona.

¿Por qué no haces ejercicio? Por floja, ahora eres gorda y cuando crezcas querrás adelgazar y ya no vas a poder. Ve a tu mamá, ni si quiera fue gorda de joven y ahorita ya es gordita, tú vas a ser el triple. 
Ahorita como ni te interesas en los chavos ni nada, ni te importa ser gorda, pero después no te gustara.
Vimos una niña muy bonita, se parecía mucho a ti, solo que bien delgadita. Así te verías si adelgazaras, pero te gusta estar así...
¡Deja de comer tanto de eso! ¿no ves como estás?''

Pues bien. Supongo que ya entendí. Y tal vez debo dejar de autoengañarme y debo empezar a aceptar que pues si, soy gorda, soy una mala versión de mi misma. Mi papá también dice que si tengo la oportunidad de ser bonita, que debería aprovechar porque así podría sacar más provecho a mis habilidades. Yo creo que si. Me recuerda al concurso de música, donde una niña que apenas y sabía lo básico de violín, me ganó, solo por ser delgada, bonita y simpática.

Me siento tan ridículamente gorda, que hasta me da vergüenza correr en público. En gimnasia me siento muy torpe y fea. Necesito tener el valor y hacer el esfuerzo para cambiar, tal vez cueste mucho trabajo, ya que llevo un mes siguiendo la dieta que el nutriólogo me dio (mis papás me llevaron), y aún así, no bajo más de dos o tres kilos al mes. Ni aunque me he estado matando en gimnasia logro bajar. Así que voy a evitar comer, no comeré nada en varios días. Me voy a desnutrir, como los africanos, seguro así todo será muchísimo más rápido, no importa si me enfermo o algo así, volveré a comer cuando me guste como me veo, y eso debe pasar pronto, antes de entrar a la secundaria. 


Secundaria.


Me gustó mucho haber entrado a la secundaria. No podía ser mejor, bajé 10 kilos, estoy en la escuela que quería, tengo mi primer novio...

Creo que todo el esfuerzo ha valido más que la pena. Cambié de personalidad, ya no soy la niñita buena onda de la cual a penas y recuerdan su nombre, no, ahora soy mucho más feliz. Llamo la atención de todos, soy de las más lindas y me siento bien. Aún seguiré con la dieta, solo para quitarme unos cuantos kilos que ya no quiero, será rápido, pero por el momento, me siento mal de ver como mis amigas comen chatarra  y porquería y media en la escuela, y ellas son delgadas, y yo no. ¡NO ES JUSTO! Mi mamá dice que tenga cuidado, que solo tengo 12 años y que no es correcto ponerme dietas estrictas. Si supiera que no me como ni el lunch de ensalada que me manda, me mata. 
Pero bueno, supongo que la envidia y el hambre que paso en el recreo viendo a mis amigas comer, vale la pena. Lamentablemente, soy de esas que tienen que pagar y esforzarse por algo que otros, tienen gratis.



Valentina.  [2008]

El día que llegó a la escuela, llamó mi atención. Era delicadamente bonita, su piel era pálida, sus ojos tenían un color café tan claro, que parecían amarillos, del color del oro. Su cabello era rizado y corto, ella era alta y muy, muy delgada. Tan delgada, que me dieron más ganas de ayunar.
Ella era aislada desde que llegó. Cortante con todos los que trataban de acercarse a ella, se veía callada y tranquila, hasta que la descubrí vomitando en el baño de la escuela después de comer. Yo solo esperaba entrar al baño, pero cuando ella salió, me miró tímidamente y me dijo mientras se lavaba las manos:
-No le digas a nadie.-
-¿Por qué supones que le diría a alguien?
-Porque ya me he dado cuenta de lo maldadosa que eres... solo te pido que no lo hagas conmigo, yo no me meto con nadie.
-No diré nada. Para la próxima, no tomes tanta agua. Vomitar es más difícil si tomas mucha agua.
Y después de decir eso, salí del baño.


Y notaba que ella tampoco comía en el recreo. En poco tiempo, Valentina y yo, nos hicimos inseparables. Nos cubríamos la una a la otra hasta con nuestros propios padres; ''ya comió en mi casa, señora''.


Descubierta.

La cosa era tener que comer en mi casa en vacaciones. No hay escuela ni actividad que pueda ayudarme a huir, y tenía que comer porque no te puede doler la panza todos los días.
Bueno, en mi casa nunca fue forzoso cenar ni desayunar, menos en vacaciones que cada quien comía cuando quería, lo único malo, era la hora de la comida, donde todos nos teníamos que sentar a comer.
Comía siempre lo menos que podía. A veces me salía bien, a veces no. A veces me emocionaba y comía hasta reventar. Y luego vomitar, diario vomitar. Supongo que lo sospechaban, pero tal vez no querían admitirlo… o, ¿en serio lo he estado haciendo tan bien? Porque parecieron muy impresionados.
Antes de ser descubierta, mi paranoia era que empezaran a sospechar al verme entrar al baño inmediatamente después de comer… ¿y si se me salía un ruidito? Entonces, se me hizo fácil poner un bote como de un litro y medio debajo de la cama. Lo usaba para subir a mi cuarto, ya que era normal que siempre estaba encerrada, y ahí vomitar sin levantar sospechas. Me salió bien por meses, después de usarlo lo dejaba tapado y escondido, lo asqueroso era tener que tirar después todo en la taza, pero bueno, valía la pena.
Un día, la señora que ayuda a mi mamá en la casa, entró a mi cuarto a limpiar y, pues si, se encontró el bote lleno, y si, si me acusó.
No lo sabía hasta que mi mamá me llamó desde mi cuarto y comenzó a gritarme preguntando qué era eso y diciendo que era una sucia asquerosa por guardarlo y qué como me atrevía a hacer esas estupideces. Me cacheteó y me jalo el cabello. Luego llegó mi papá igual gritándome con agresividad, diciéndome lo inepta y tarada que era y me castigaron poniéndome a lavar los patios.

Creo que ahí empezaron los problemas.




Adiós y hola.


Definitivamente, siempre supe que todo lo que decía era una total mentira, no era fumadora, no era alcohólica, es más, me costaba trabajo tomarme una cerveza completa, no es tan buena. Es más, mis padres no me dejaban salir ni a la esquina, era por eso que según yo, inventaba anécdotas y trataba de aparentar ser una chica liberal y fiestera, que sabe todo y practica de todo, pero, solo soy una mocosa de 14 años obsesionada con su peso y la comida, y por ser rebelde, no sé para qué carajos. Ni si quiera sabía fumar. Ni si quiera me había embriagado hasta el día en el que mis papás me negaron el permiso para salir a una fiesta, porque mis reportes y mi conducta escolar eran un asco, claro. Después de rogar, entendí que no iría y me escapé de casa en pleno día para ir de fiesta. Sabía que sería descubierta, pero y qué, estaba afuera y era lo importante, afuera bailando hasta la noche en el club donde nos venden bebidas alcohólicas a los menores de edad. Tal vez no lo dije, pero era la primera vez que estaba fuera de casa a las 4 am besando a un chico. A mí me pareció genial y nuevo, bebí y bebí hasta que mis amigos se ofrecieron a llevarme a casa, insistían en dejarme en la puerta, pero no revelé que me salí sin permiso y no me arriesgaría a que mi mamá me regañara histérica delante de mis amigos, así que no recuerdo que dije, pero hice que me bajaran en el principio de la larga avenida. Larga y peligrosa avenida que caminé en la madrugada y bajo la lluvia y el frío. No me quejé, de todas formas, es más, me frustraba ver que acababa de salir con compañeros de mi secundaria, los cuáles no tendrían que enfrentar la terrible discusión que yo tendría que tener con mis padres cuando llegara a casa, y eso que solo fueron a una fiesta, y yo solo quería ir. Sentía tener el derecho, porque, no siempre iba a hacer lo que ellos dijeran. Hay que enseñarles quién manda, además, soy suficientemente mayor para salir, mis amigos lo hacen y es lo de mi edad... necesitaba vivirlo.
Pero por el contrario, no puedo salir, ni puedo hacer nada divertido, ni si quiera puedo comer o no comer cuando yo quiera, hasta eso quieren controlar. ¡Estoy harta y cansada! Quisiera que mis padres no estuvieran todo el día en casa vigilándome y diciéndome qué hacer. Quisiera que trabajaran todo el día, como los papás de mis amigos... quisiera poder salir a donde me plazca, hacer lo que quiera y no comer hasta ser delgada. Supe que no aguantaría mucho ese día que la actitud controladora de mis padres salió de sus límites. Fue ahí donde mi papá pronunció la frase clave:
-Si no te gusta como vives en esta casa, vete de aquí.
Por toda contestación, hice mis maletas y me fui. Nadie me detuvo.
La decisión fue tan rápida, que cuando estaba afuera, no sabía qué hacer ni a donde ir.             
Meditando un poco,  Lilia y Edgar llegaron a mi mente. Mis dos primos que vivían solos en un departamento que sus papás pagaban desde Tijuana para que estudiaran acá, Lilia iba en la preparatoria y Edgar en la universidad... y eran unos holgazanes, sabía que podría chantajearlos no solo para que me dejaran quedarme ahí, si no para qué, lo mantuvieran en secreto.
Por primera vez en su vida, Daniel fue oportuno y apareció conduciendo en frente de mí.
-Está lloviendo Oli, ¿qué diablos haces con maletas, quieres llevarlas a algún lugar?
-Si. Ahorita que se pase la lluvia tendré que ir.

-Sube al auto, te llevo donde necesites.




Lilia y Edgar de cristal. [Diciembre del 2007]

Se fueron un momento a hablar a la cocina.
-Muy bien, Oli, puedes quedarte aquí, pero, no digas nada de lo que veas. Toma en cuenta que no podremos cuidarte como tus padres ni mantenerte.
-No soy una niña ni una chismosa, solo quiero un lugar donde quedarme. No necesitan ni si quiera comprarme comida, yo me las arreglaré. Quiero una casa, solamente.
Con este acuerdo, llegué a mi habitación vacía y fría, en la que estaba encerrada todo el día, cuando no me iba a la calle. Pasaban días y yo no comía nada y... ¡nadie me obligaba! Era un sueño hecho realidad. Era libre.
Sin embargo, entré a trabajar al acuario del padre de una amiga, ganando a penas para saldar mis colegiaturas, dispuesta a pagarlo todo aunque me quedara sin nada. Y pagué una, eso si. Viendo a mis papás pasar por mi hermano diario y mintiendo a la psicóloga. Pero papá jamás me pediría perdón para regresarme a casa...
Todas las mañanas, a las 6 am, me paraba a bañar y a veces me encontraba con Lilia y Edgar completamente drogados y tirados en el suelo. A veces eran ellos con sus amigos. A veces estaban profundamente dormidos, en ocasiones cubiertos de vómito... me resultaba un poco lastimoso, pero me acostumbré...juro que nunca pasó por mi mente acabar igual que ellos, se me hacía estúpido y sin objetivo, además, las drogas destruyen el cuerpo y la vida de las personas, ¿no?
Todo empezó en una de las acostumbradas reuniones que mis primos organizaban muy seguido en el departamento, no solía hablarles a sus amigos, de hecho, yo me la pasaba encerrada en mi cuarto mientras había fiesta afuera, no sabía por qué siendo una adolescente deseosa de descubrir y divertirse sin padres que la detuvieran, yo no me había unido al desastre de mis primos. Supongo que el hecho de que todos fueran mayores que yo, me intimidaba, ni si quiera sabía de qué podría hablar con ellos sin llegar a parecer una tonta, y además, su desastre me parecía demasiado. Demasiado destructivo y adicto, tal vez por eso tardé en acercarme. Un día, presa de la aburrición y el hambre que tenía, sin tener un solo peso, fui a la cocina con la intención de unirme y entretenerme un rato, no les iba a hablar yo, pero esperaría, quizá alguien me hablara cuando me viera en la cocina.  Me hice la que me servía agua mientras escuchaba que Jessica, la amiga de mi prima, le preguntaba que quién era yo. Mi prima me llamó y me presentó.
-¿Aquí vives? Nunca te había visto, no mordemos, eh.- Dijo Jessica.
Me senté con ella y con mi prima, observando la mesita de centro, donde había un espejo cubierto de droga y una pipa.
-¿No quieres nada?- Preguntó Jess.
-No,  no le des nada, va en la secundaria. - Indicó mi prima.
-¿Qué se siente? - Pregunté.
-Pues... esto es por si quieres relajarte, pero te da mucho sueño y hambre después. - Explicó Jess, jugueteando con la hierba seca entre sus dedos- Y esto, es cocaína, te activa, aunque pase rápido. Las pildoritas son cristal, me gustan más, me divierte más y dura más, aunque lo malo es que no duermo y no como - Mi prima y Jess rieron.
-Dame un poco de ese cristal.
Jessica sonrío y abrió una de las cápsulas. Parecía azúcar. No sé por qué me dieron sin ni si quiera pensar en mi edad y en que era una primeriza, ni si quiera mi prima reclamó algo. Ahora, supongo que se encontraban demasiado drogadas como para razonar.  Jessica hizo dos líneas del mismo tamaño y se inhaló una con algo parecido a una pajilla. Hizo la cabeza para atrás y suspiró fuertemente. Después, me dio la pajilla y me indico que era mi turno. Inhalé un poco y sentí una horrible mezcla de ardor y dolor en la nariz, tanto que me dio miedo inhalar lo que faltaba.
-¿Te dolió?
-¿Es normal que duela tanto?
-Lo es. Pero si no lo aguantas, cómelo.
Me puse el popote en mi otro orificio nasal y volví a inhalar otro poco. El resto, me lo comí.
Pasó muy poco tiempo para que me sintiera diferente. Me sentí muy alegre y enérgica, sin trabajos comencé a socializar y a platicar con otros amigos de mis primos, incluso después le pedí otra cápsula a Jessica.
-Ya basta, Jessica, tiene 14 años, como probadita está bien.- Le reclamó mi primo Edgar.
-Es mi droga y se la doy a quien yo quiera, además, mejor que la pruebe en confianza y no con desconocidos. - Diciendo esto, Jessica me regaló la segunda cápsula.
No supe exactamente como se pasó tan rápido la noche, pero cuando amaneció, ya no tenía hambre ni tampoco tenía sueño. Muchos de los amigos ya se habían ido y solo quedaba Jessica, mis primos y otro amigo de mi primo. Tenía el estómago revuelto y cualquier alimento que se me venía a la cabeza, me provocaba náuseas. Justo lo que siempre había deseado, no tener antojo de nada. A pesar de que mis primos y sus amigos estaban acostados, hablando despacio y escuchando música, yo me arreglé un poco y me fui a la escuela. Ni si quiera tenía sueño, pero apenas a la tercer clase, no aguantaba el cansancio.




Víctima.

Yo la quiero muchísimo. Ella es mi única compañía, digamos que solo ella me comprende, todo lo que me agobia, puedo contárselo. Aunque hay un tema que no puedo tocar con ella: Daniel.
Ella lo ama, al parecer. Sería capaz de muchas cosas por él, hasta de despreciarse a sí misma, ella lo busca, le ruega y lo peor, aún está esperanzada en lograr que la quiera. Pero el, ni si quiera la mira, la toma incluso a juego y con trabajos y recuerda su nombre...
Yo lo conocí hace poco, también. El es hermano de una vecina, se llama Sandra. Ella acabó la universidad y me enseña inglés en su casa. Yo conocía a Daniel de vista desde hace ya algunos meses, sin embargo, el era demasiado guapo y demasiado mayor como para fijarse en mí. Y yo me sentía suficientemente fea como para que el me mirara. Sin embargo, un día, miré su solicitud en Hi5. Ahí crucé mis primeras ''palabras'' con alguien            con quién solo cruzaba miradas, de hecho, ya tenía como un mes que no iba a su casa a recibir las clases de su hermana, sin embargo, para nada me emocioné o ilusioné.
J: ¿Tú eres la vecina? Ya no te he visto por mi casa, ¿cómo estás?
Entonces, después de unas cuantas palabras, me encontraba haciendo chat con cámara con el. Fue muy divertido y agradable, de todas formas, no me esperaba nada, puesto a que tenía novia y al parecer la quería mucho. Le escribía cosas bonitas y se tomaba fotos románticas con ella a cada rato, ahí descarté por completo la posibilidad de que hubiese algo entre nosotros, pero me había caído muy bien y eso me pareció motivo suficiente para empezar a ir a su casa únicamente a pasar el rato. Nunca había nadie, el siempre estaba solo y yo también, porque mis papás no me dejaban salir mucho tiempo, entonces Daniel fue un buen entretenimiento que estaba a la vuelta de mi casa. Nos pasábamos la tarde sin nada fuera de lo normal, veíamos películas, jugábamos videojuegos y platicábamos, nada pretencioso, el nunca intentaba pasarse de cariñoso ni yo tampoco.
Pasaron varias semanas para que, un día, como muchos otros, fuera a su casa. El me dijo que me prepararía galletas. Puso música y nos fuimos a la cocina a hacer la galletas, pero, esta vez, el actuaba diferente. Me tomaba por la cintura, me abrazaba y se me acercaba demasiado para decirme cualquier cosa y con un extraño tono ''seductor''. Estaba, en ese momento, un poco confundida y también me estaba gustando su juego. Ese día terminó en besos y mis primeros toqueteos. No hablé nada al respecto de su novia, aunque siempre lo estuve pensando. Me regresé a mi casa y pensé en eso todo el día... no entendí la actitud de Daniel, es decir, ¿por qué era tan mentiroso con su novia? El me gustaba mucho y en estos momentos estaría muy feliz, si no fuera por eso, porque tenía novia y era un mentiroso. Además, me sentía utilizada. Pasaron otros tres días de besos en su casa, hasta que me atreví a hablar.
-¿No te sientes mal de engañar a tu novia?
-Contigo, no.
-¿Sabes? Cuando te conocí, pensé que la querías muchísimo.
-Para nada.
-Pues, como llevan más de un año y por tus publicaciones, pues llegué a pensar que la querías mucho.
-La quería, ahora estoy cansado de ella y no la termino por lástima.
-¿Ella te quiere?
-¿Por qué estamos hablando de ella?
-Porque te digo que pensé que la querías, me tomó por sorpresa que a sus espaldas la engañaras y encima tu capacidad de decirle tantas cursilerías en tus publicaciones que, según tú, ni si quiera sientes.
-Ok, ¿te molesta que tenga novia?
-Me da igual, no soy yo a quién engañas, pero no creo que deba seguir haciéndote segunda, yo creo que lo mejor es volver a ser solo amigos, igual que antes.
-Si quieres la termino. Me la paso muy bien contigo y me gustas mucho, me gusta mucho como me veo contigo, quisiera tener algo bien.
''Algo bien''. A punto de decirle que si, pensé las cosas y le dije:
-Pues  bien, sería una decisión tomada antes de tiempo, no puedo estar segura de que ya no tienes novia ahora, y no aceptaría ser novia de alguien que tiene pareja.
-Está bien. Yo te lo diré de nuevo cuando ya no tenga novia.
Ese día pensé mucho en eso y, me pregunté si era verdad que alguien como el dejara a su novia por mi, o tal vez era mi baja autoestima la que me hacía sentir inferior. El tenía 17 y yo 14, el podría estar con alguien que no fuera una mocosita como yo, por eso, prefería aún no creérmela y esperar hasta ver las cosas más en serio. Ese era el primer problema, sin contar que mi mejor amiga estaba profundamente enamorada de Daniel y que, básicamente yo la traicionaba besuqueándome a escondidas con el sin ni si quiera mencionárselo a Valentina.
Pero Daniel cumplió lo que dijo. Terminó con su novia, borró todas sus fotos con ella y publicó en su cuenta que estaba soltero. Y después, volvió a repetirme que se la pasaba muy bien conmigo, que le gustaba mucho y que quería tener algo bien. Y, yo no pude negarme. El era la única persona que me podía hacer sentir bonita con las cosas que me decía, vivía cerca, podía verlo siempre y además, fumábamos hierba todo el tiempo en su casa. Eran mis horas favoritas en el día, era algo que me emocionaba y que, sin embargo, no podía contarle a nadie, porque a la única persona a quién me atrevía a decirle todo de mi, la estaba traicionando.
Después de haber vuelto a mi casa, sobreviví con hierba a mis ganas de volver a probar el cristal, hasta que Daniel comenzó a comprarlo también. Tenía un amigo enorme llamado Toño, el era un moreno de cara fea que se dedicaba a vender cristal y que yo sólo veía cuando le vendía a Joseph, después íbamos a su casa y nos acabábamos todo en un rato. Sentía que no me importaba nada cuando estaba drogada con el. Empecé a llegar tarde a mi casa y descubrí el sexo. Cosa que me gustó, y que, como todo lo que vivía con Daniel, no podía contárselo a nadie.
Valentina también tenía ganas de volver a probar el cristal y yo tenía ganas de volver a drogarme con ella. Sin embargo, ni si quiera sabía donde conseguirlo, ya que Daniel no me lo regalaba porque habíamos prometido mutuamente no drogarnos con otras personas. Entonces, le robé a Daniel el número y la dirección de Toño, Valentina y yo inventamos a nuestros padres que iríamos a una piyamada a casa de la otra y así conseguimos tener una noche libre para nosotras, aunque Vale intentó echarse para atrás diciendo que era peligroso buscar al hombre, pero yo me enojé, pues todo estaba ya planeado, le llamamos a Toño y nos citó en su casa, que estaba en unos poblados no muy lejos de la ciudad. Tomamos el autobús y nos dirigimos a la dirección. La casa estaba sobre la carretera, rodeada de árboles y sembradíos, era de un solo piso y no muy grande. Cuando entramos, Toño nos saludó amablemente y nos dijo que lo acompañaramos a la cabañita de la parte de atrás. Era una casilla descuidada que estaba en el fondo del terreno, vieja y sucia. Y ahí vamos, las dos idiotas siguiendo a aquél maldito que, al hacernos entrar a la casucha, saco dos frasquitos de cápsulas de cristal.
-Solo tenemos para llevar una. - Aclaré.
-No importa, paguen una con su dinero y el resto me lo pagarán con otra cosa.
Mi amiga y yo nos miramos extrañadas.
-No gracias. - Le dije - Queremos pagar con dinero y solo queremos una.
-Por un frasco no me arriesgué a traer hasta acá a dos mocosas. - Nos dijo Toño, agresivo.
Entonces intentamos salir por la puerta y el me tomó por el cabello, me tiro al suelo y me arrastro aventándome en una esquina como si fuera de trapo, después intentó quitarme la chamarra. Mi amiga llegó por atrás, golpeándolo con una escoba. El hombre, furioso, la golpeó y la lanzó al otro cuartillo, y, cuando traté de defenderla, me empujó y caí al suelo, todo me daba vueltas en medio de los gritos desesperados de Valentina, mi vista se nubló hasta hacerse todo negro por un momento, hasta que, volví a abrir los ojos y escuché a mi amiga quejarse. Sin hacer ruido, me levanté y tomé la pala que estaba acomodada en un lugar de la cabaña, y, no sé de donde saqué las calorías para golpear al hombre, pero lo hice, muy fuertemente y en la nuca del hombre, haciendo que se volteara mientras se sobaba la cabeza, entonces aproveche y volví a estamparle la pala en la cara. El hombre volvió a sobarse y cuando intentaba levantarse, volví a golpearlo y esta vez, varias veces, todas en la cabeza. La boca del hombre y su frente estaban sangrando, cosa que no me importó y seguí golpeándolo furiosamente en la cabeza hasta que dejó de moverse, mientras que mi amiga recogía su ropa y empezó a gritarme:
-¡Déjalo ya, Olivia, vas a matarlo!
Entonces se medio levantó frente a mí y tiré la pala. No había tiempo para nada más, y yo, que apenas podía con mi flacucho cuerpo, levanté a mi pobre amiga malherida del suelo y la cargué como pude. La saqué de la cabaña y detuvimos un taxi que, cuando nos miró bien, debió haberse arrepentido de habernos recogido. Yo tenía un enorme moretón en la frente y mi amiga en el ojo, además cojeaba. Estábamos despeinadas, sucias y llorosas. Tuvimos que inventarle a nuestros padres que todo fue una pelea callejera.
Esa fue la primera cosa que le pasó a Valentina por mi culpa... desde ese día, dejó de ser la misma. Ella ya no sonreía ni si quiera conmigo. Sus ojos habían perdido el poco destello de brillo que le quedaba, ella ya no se arreglaba como antes, ya no se miraba al espejo. Ya había perdido muchísimo más peso, ella y yo siempre tuvimos casi el mismo IMC, sin embargo, ella ya estaba ahora unos 8 kilos más delgada que yo. Lejos de motivarme, dejé mi estúpida actitud competitiva de a lado e intenté que ambas comiéramos. Quería que nos curáramos juntas, quería que saliéramos de esto. No quería que se muriera. 

4 comentarios:

  1. Continua, esta interesante porfavor sigue

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  2. el dolor del hambre es temporal... el dolor de ser gorda es para toda la vida... esa frase continua sonando en mi cabeza.

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  3. Maldita sea; es casi mi historia, sólo que hasta ahora, no se han dado cuenta de que me salí , y eso que ya pasaron años. Y bueno, ellos no me quieren dejar ir de casa.

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