martes, 6 de octubre de 2015

El putero.

Antes de conocer el lado malo y terrible del alcohol, yo, era fiel admiradora de el y sus increíbles efectos que me hacían ser esa persona que no era cuando estaba en mi juicio; esa ´persoma extrovertida, atrevida. sin más  cautela y temor usual de arruinarme la vida. Gracias al alcohol, dejaba atrás el miedo a equivocarme y a ridiculizarme, y a mi corta edad de quinceañera, justo meses después de salir de rehabilitación, me encontraba otra vez perdiendo el rumbo de mi vida y hundiéndome cada vez más en los horribles vicios y problemas. Típico de mi, mujer inestable que se aburre fácilmente incluso de la paz y la armonía; necesitaba probar de nuevo los errores, el peligro y el libertinaje. Desgraciadamente, este torbellino que soy, tan pequeña y frágil como una niña, con la mirada inocente y la voz tenue, a mis padres no les inspiraba otra cosa más que ternura y cuidado. ellos. sabiendo ya el daño que soy capaz de hacerme, me cuidan más que antes y no me permiten hacer nada, me tengo que escapar, irme de pinta y mentir para poder salir a lo que yo le llamaba ''vivir la vida''. Pero, no era que me importara sus constantes regaños y castigos cuando llegaban a descubrirme, si no que agotada estaba ya de sentirme encerrada y de lidiar con los típicos sermones que yo, a esa edad no entendía. Ahora comprendo que gracias a ese estúpido carácter rebelde, curioso e impulsivo, me he metido yo misma a la boca del lobo cometiendo a lo largo de mi vida un sin número de estupideces y traumas que, aún pareciendo innecesarios, me han ayudado a ser la mujer responsable que hoy soy, al igual que la desconfiada chica que ya no se fía en una cara aparentemente bondadosa, ya que desgraciadamente he aprendido muy a la mala que estoy rodeada de escoria egoísta y cruel aún cuando en sus rostros luzcan la sonrisa más magnánima. 
Cansada de sentirme como una mascota enjaulada, en medio de la burbuja protectora de mis padres, he discutido fuertemente con mi padre debido a que todas las semanas, al menos algunos días, llego notablemente ebria o con aliento alcohólico, y el me ha asustado diciéndome que si la cosa sigue así, tendré que volver a algún lugar de rehabilitación. Esto me llenó de terror...¿Yo, volver a esos terribles lugares más parecidos a un reclusorio? No, gracias. Primero, prefería morir; incluso podía casi asegurar que bebía debido a que mi mente, aún perturbada y traumatizada por todo lo que tuve que vivir en ese infierno, optó por quererse divertir desmesuradamente a costa de lo que fuera, ya sean puros excesos. Quería vivir, al fin sonreír, huir del recuerdo. de la culpa, de la muerte de Valentina, de la anorexia...y en mis cinco sentidos, todas las noches, tenía que aguantar esas ganas de llorar a gritos porque el pasado me perseguía y el temor se apoderaba de mí. Sin en cambio, al estar ocupada con el somnífero del alcohol o distraída con la compañía de mis amigos, no recordaba todo el daño que a mi vida le causé aquellos terribles años. Por eso mismo, ese día de aquella discusión con mi padre, hice lo mismo que hace algunos años; huir. Preparé mis maletas y me fui otra vez, espontáneamente, como siempre, sin esperar pero sin aguantar un segundo más en mi casa. Me despedí de mis hermanos engañándome a mi misma con que era el momento de comerme el mundo y de hacer al fin lo que me plazca, sabiendo en el fondo que no haría más que vivir otra pesadilla a la cual anexaría en la larga lista de mis pecados y mis tristezas. 
Sin saber exactamente a quien buscar, me metí a un cyber y busqué en mi chat a quien recurrir, y fue por supuesto Daniel quien sin pensarlo me tendió una mano, pasó por mí y me llevo a su casa que estaba muy cerca de la mía. Su madre, siempre me ha querido y tuve que llorar e inventarle una terrible historia de maltrato familiar para que sintiera pena por mí y no tuviera objeción en dejar que me quedase con ella, en la habitación vacía de su hija mayor, quien ya se había casado y mudado. Dos semanas estuve ahí, en casa de Daniel, viviendo tranquilamente entre noches de borrachera y sexo. Sin embargo, me sentía demasiado comprometida viviendo prácticamente en pareja con aquél chico, pero yo, solo tenía quince años, ''¿Era esto lo que querías, Olivia? ¿Casarte? No, por supuesto que no. Tú quieres ser libre y Daniel no te deja salir si quiera con tus amigos porque date cuenta, el te quiere solo para él''. En ese transcurso, trabajé con la madre de Daniel en su restaurante y vendí algunas joyas que había sacado del cajón de mi mamá, y  rápidamente junté el suficiente dinero para rentar un departamento.Y fue Alondra, una amiga mayor que yo como por unos 5 años, quien me ofreció un ''misterioso'' trabajo y me citó en el café para hablar conmigo. Acudí y ella llegó. Era alta y teñida de rubia, con lipstick muy rojo y mini faldas. Lucía siempre blusas escotadas presumiendo sus llamativos senos. Éramos amigas porque nos conocimos en casa de mis locos primos, Liz y Edgar, con quiénes me había ido a vivir algunos años atrás y donde hice amigos extraños y mucho mayores que yo, y ella, era uno de ellos. Bueno, pues al sentarse conmigo me dijo lo siguiente:
-Pues verás, no es algo que le ande contando a todos, pero ya que te veo necesitada de dinero, te revelaré mi manera de sostenerme económicamente. Mis padres murieron en un accidente cuando tenía 17 años y tuve que suspender mis estudios y hacerme cargo de mis dos hermanas menores, entonces, intenté varias veces trabajar de muchas cosas, mesera, sirvienta, empleada en centros comerciales... y el dinero no me alcanzaba. Un día, me ofrecieron lo que vengo a ofrecerte hoy en día. Trabajar en una casa de acompañantes. Ahí fue donde hice dinero y me alcanzó para vivir. 
-¿Prostituta?- Pregunté yo entre dientes, sabiendo de antemano su respuesta.
-Podría decirse, pero no como cualquiera que se para en las esquinas. Acá elegimos a nuestros clientes y trabajamos con hombres bien, como doctores, abogados y profesionistas. Es todo muy formal y discreto, con cuidados y buen trato. 
-No me puedo prestar a eso, Alondra. Solo tengo 15 años y estoy casi segura que al entrar en eso, estaré años dedicándome a ello o incluso me volveré vieja y arrugada hasta el grado de venderme por unos cuantos pesos. 
-Supuse que dirías eso y piensas bien, sin embargo, no es eso lo que quiero proponerte. En la casa de acompañantes nos quitan buen porcentaje de nuestras ganancias a nuestros patrones y unas chicas yo ya tenemos nuestra ''cartera de clientes''. y sabemos que ganaríamos mucho más si trabajáramos en otros lugares ajenos a la casa de acompañantes. Queremos que nos prestes tu departamento para que laboremos ahí y te pagaremos un porcentaje para que te ayudes a vivir o a pagar tu renta. 
Me quedé callada unos segundos y acepté.

Mis pocos días de soledad y tranquilidad en el departamento terminaron y se convirtieron en días escandalosos y perturbadores, siendo testigo de la faena que se llevaba a cabo en la habitación contigua a la mía todos los días, a cualquier hora. No podía dormir tranquila gracias al escándalo que había siempre en casa, gemidos y ruidos. mujeres y hombres entrando y saliendo todos los días y yo tratando de largarme todo el tiempo de ''mi casa'' para abandonar un rato aquella locura y ambiente pesado que allí se sentía. Con el tiempo, ya no solo eran 4 chicas quienes trabajaban ahí, si no alrededor de 10, de varias edades. Dejé de trabajar para vivir del dinero que ellas me daban, que era suficiente para solventar mis gastos. Parecía que fuera de la incomodidad de saber que tenía un prostíbulo a mi cargo, las cosas iban teóricamente bien. Sin embargo, fue una noche cuando, ya acostumbrada al ruido me quedé dormida, pero empecé a oír gritos en la habitación, que después fueron callados y seguidos por leves quejidos que me parecieron extraños e incluso me alarmaron un poco, sin embargo solo me aseguré de que mi puerta tuviera seguro y me acosté hasta quedarme dormida. Al otro día por la mañana, antes de ir a la escuela, salí a la cocina a hacerme un café y gotas y manchas de sangre salían de la habitación de junto. Asustada, entré en la habitación y me encontré con un cuerpo tapado completamente con la sábana, temerosa y temblando, la destapé poco a poco y me encontré con una de las chicas, desnuda y golpeada brutalmente, amarrada de pies y manos, con los ojos cerrados y enmarañada. No sé si fue ilusión mía, o de verdad su corazón no latía y no respiraba. Presa del pánico, tomé mis cosas, pedí un taxi y sin decir nada a nadie, huí del horrible lugar, llegué a mi casa y pedí perdón a mis padres sin tocar el tema de la chica ni mostrar mi inquietud y  nerviosismo, me pasé un largo tiempo vomitando en el baño y muchos días sin dormir, comprando los periódicos y mirando las noticias en espera de saber que había sucedido con la muchacha, sin atreverme si quiera a llamar a Alondra, cambié mi número y no volví a saber más de aquellas personas.