lunes, 10 de noviembre de 2014

Agonía.

Yo la conozco, yo estuve en un edificio regido por ella, por la anorexia.
Todas nosotras la teníamos dentro, a todas nos conocía bien, ella estaba en la mente de nosotras, estaba en el lugar correcto para controlar nuestras acciones, emociones y pensamientos.
Compartíamos el mismo demonio.

Aquí no hablaré sobre las bobadas que dicen las imágenes de Tumblr. No diré que se puede curar ni disimular. Hablaré de su verdadera cara, cuando logras conocerla bien. Hablaré, de como se apodera de ti gradualmente.

La anorexia es una enfermedad mental. Desde el principio, en el fondo de tu ser, sabes perfectamente que lo que estás haciendo, está mal. Por eso ocultas y mientes para poder lograr un ayuno, cada día es una lucha constante y un desafío. Un desafío para mi cuerpo, que aún tenía hambre, que estaba acostumbrado al buen trato, y un desafío para mi mente, la cual debía idear planes para evadir la comida, y además debía ser fuerte para vencer los gruñidos de mi estómago.

Pero no, no quería enfermarme. Cuando decidí no comer, ya era una persona con uso de razón, alfabetizada e informada, la escuela y mi entorno se encargó de enseñarme que había enfermedades, llamadas anorexia y bulimia. Debo decir que siempre tuve cierto interés y curiosidad sobre el tema, en la primaria solía hacer trabajos escolares enfocados en investigaciones sobre estas enfermedades. NUNCA se cruzó por mi cabeza que yo, una niña flaca que amaba los dulces, podría desarrollar estas increíbles enfermedades... ¿Distorsión corporal? ¿Cómo puede ser posible que alguien se vea gordo con un peso tan bajo? Por muy enfermo que esté de la mente, se me hacía increíble que fuese tan ciego, se necesitaba no ver ni sentir para poder ir a ese extremo de sentirse gordo siendo un esqueleto. Eso justamente pensaba, por eso mismo lo investigaba. Me parecía muy extraño.

Pasaron algunos años y la pesadilla inició. Sin tener en mis planes enfermarme, ya que, hasta este entonces aún me parecía imposible percibirse gordo siendo flaco, decidí bajar de forma insana, sabiendo que muchas de mis conductas eran propias de personas con enfermedades alimenticias, sin embargo, nunca lo consideré así, aunque no se lo mencionaba a nadie, porque sabía que nadie entendería que lo que hacía no era enfermedad, solo quería dejar de ser gorda, era todo.


Sin embargo, un día empecé a caer, de repente había ya perdido los kilos que deseaba perder, sin embargo, no sentía gran felicidad por ello. De hecho, sentía una extraña desesperación al observar mi reflejo. Cada chica delgada que se cruzaba en mi camino, me hacía recordar mi tenaz y obsesivo deseo. No podía ya quitarme eso de mi mente, quería cambiar, quería huir de ese cuerpo de una sola vez, me ponía terriblemente ansiosa el hecho de imaginar que no podía bajar con rapidez, que desgraciadamente, me costaba trabajo, que mi impaciencia crecía a medida de que recordaba lo mucho que tenía que esperar para poder obtener lo que quería, y eso si tenía la suerte de llegar a lograrlo. Al final de todo, se me acumulaba la frustración, impotencia y presión, después llegaba la angustia, la tristeza, de pensar que no era lo que era, que no lo lograba, que no sabía si algún día lo conseguiría. Lo mal y lo inconforme que estoy conmigo, no lo sé, sé que llorando no logro nada, pero no puedo parar de llorar, noche tras noche, después de ingerir algo, después de pesarme, después de sentir que subo de peso a medida de que digiero cada bocado. Odiaba ser fea, no ser tan linda como muchas, sentirme tan lejos de ser algo, saber que soy demasiado común para destacar en algo, pensar que soy la peor en lo que hago mejor. Sentía que mi lugar en el mundo era innecesario, nada de esto tenía sentido, que seguir respirando era vano.

No diré que no me dolió esta etapa ni diré que no la sufrí. Pero si me ponen a elegir entre quedarme así, o evolucionar, hubiera preferido quedar siendo aquella persona aún inocente y sensible, que no quería ver y aceptar que estaba enferma, quien se negaba a conocer a su demonio. Quien prefería tapar sus oídos a las voces malignas. El tiempo me hizo desembrollar mi mente, cosa que nunca debí haber hecho. Profundizar y cuestionar cada uno de mis sentimientos y acciones, me di cuenta de que nunca jamás volvería a ser la misma, que esta espina en mi cerebro jamás se irá, y si logra irse dejará un agujero lleno de recuerdos y pensamientos que no se callaran, quizá solo susurren, estarán ahí, los escucharé siempre y ellos lo saben.

Me convirtieron en una persona extraña y apática. Una persona misántropa, vacía, en ocasiones aborrecible, y aborrecida de igual manera. Ya ni si quiera trato de ser entendida ni escuchada a mis cercanos. Solo me callo porque no vale la pena discutir y contaminar ideas ajenas, o bien, no lograr convencerlos y solo seré el juzgado de sus mentes. Ya no digo nada y soy de pocas palabras, no confío en nadie ni quiero fácilmente. No creo en la felicidad eterna ni en el karma, lo que siembras no cosechas, tus sembradíos que lograste con sacrificio serán invadidos y asesinados por plagas cuando menos te lo esperes, aunque no tengas la culpa de nada.

Me toca mirar como me hago cada día más pequeña, me toca ver como mi cuerpo se consume, y yo ciega a veces a ello, siguiendo la maldita voz, ignorando la lógica y la realidad, dejándome guiar por una fantasía maligna. No puedo detenerme, y sentir como adelgazo es lo único que me hace sentir bonita, al menos un momento. A veces no me quiero morir y no puedo detenerme. 

No digan que es algo solo mental, y que sufren mucho solo por su insoportable reflejo y por oír los dolorosos juicios que su mente les hace. Es a penas el principio, tiene solución, ojalá me hubiera dado cuenta y hubiera tratado de huir. Esto es mucho más allá del bajo estima, algo está manejando tu cuerpo, lo mueve a la destrucción, ya no eres tú, eres un títere de tu propio demonio. Si el te dice que te cortes, lo harás, si te dice que adelgaces, lo harás, si te dice que te mates, lo harás. No importa que el poco amor que alguna vez te tuviste, logre sentir un poco de pena y amor por tu frágil cuerpo o un poquito de temor a la muerte. Sigo caminando hacia un abismo con una venda en los ojos. 

Después de todo, te estás suicidando con lentitud. Y la parte más dolorosa de esto, llega justo cuando se refleja en tu cuerpo. Duele el cuerpo, porque lo has lastimado demasiado, muchísimo. Y eso es directamente proporcional al nivel de daño, de tu cerebro. El cuerpo será un reflejo del caos que hay en tu cabeza.


4 comentarios:

  1. me ha gustado mucho tu manera de redactar tan natural y fluida... excelente Olivia sigue así, muy emotivo me ha llegado ;)

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  2. Hola, Olivia.
    Me encantaría decirte un discurso enorme en el cual te digo lo increíble que escribes, pero en fin, sé que eso no solucionaría nada.
    Es obvio que tenemos muchas diferencias en cuanto a nuestra manera de pensar.
    Por ejemplo, yo creo en la felicidad eterna y por lo tanto, la encuentro en mi mundo, y también creo que cosechamos nuestras experiencias.
    Puedo ayudarte, o al menos lo intentaré si quisieras, por favor avísame.

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  3. Mira. La mente y el cuerpo, son una misma cosa. o es que acaso el cerebro no es un órgano más como cualquier otro? Si el estómago y la sangre y los huesos sufren al ayunar o al vomitar o al abusar, el cerebro tambien sufre. Hay estudios que han comprobado que el cerebro de una persona desnutrida pesa menos y y trabaja más que el de una persona sana. Las cosas no son sólo mentales ni sólo físicas. Son las dos cosas y una lleva a la otra como el paradigma de la gallina y el huevo. El día en que uno se decide a unirlas, las cosas comienzan a tener sentido. besos.

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  4. ¡ES EXACTAMENTE LO QUE ESCRIBÍ, GENIA! Saludos.

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