domingo, 16 de noviembre de 2014

Diario de alguien [7]

Pétalos.


Llegó la navidad, mi familia se asombra por ver la delgadez que no veían en mí el año pasado. La navidad pasó, y entre ayunos compensadores, vómitos y laxantes, no he subido ningún kilo. Es más, creo que ya bajé a 45.
Ahora podré ir a casa de mi amiga, después de casi 4 años de no verle. Es decir, no aceptaba sus invitaciones porque supongo que muy en le fondo me daba mucha vergüenza que viese como me he puesto, tan horrenda.

Llegué a su casa y la puerta se abrió. Era la misma de siempre, aunque quizá un poco más flaca y con más ojeras, su cara se veía ya un poco menos inocente, pero sus ojos verdes tenían aún un bonito destello. Sus dientes aún eran blancos y derechos, ¡aún estaban completos! O al menos eso parece. Pensé que a estas alturas, ya se había dañado su blanca sonrisa.
Sonreía, estaba feliz de verme, y su actitud igual que siempre, alegre, extrovertida. Jessica y yo platicamos un buen rato, y enseguida me dijo que tenía una sorpresa para mí. Se levantó y sacó de un cajón una bolsita llena de cristales, transparentes, casi picados. Notó la expresión de discordia en mi rostro y me preguntó, extrañada:

-¿Por qué pones esa cara? ¿Ya no te gusta?
-Claro que me gusta. Pero, tiene años que no lo pruebo. Me rehabilité.
-¿Cóm... TÚ?!-  Respiró y volvió a hablar de nuevo - Bueno, debes creer que soy una bestia, jajajá, qué estoy pensando, pues entonces no lo fumaremos... pero eran para ti, así que entonces, puedes quedártelos y venderlos si quieres.
-Bueno, lo pensé un poco y un poco no hará daño a nadie, después de todo ya llevo limpia un buen rato-
Jess esbozó una sonrisa y empezó felizmente a picar el cristal hasta que quedara casi como azúcar.
Mi nariz volvió a sentir ese terrible ardor placentero, Esnifada punzante. Jess y yo estuvimos todo el día hasta acabar tres gramos, entre besos y otras cosas.

Después de ese día, ella y yo empezamos a relacionarnos muchísimo más que hace años. Entramos a clases de Taekwondo y nos veíamos diario, aunque a veces no tomábamos clases. Siempre estábamos juntas e íbamos a todo tipo de fiestas.

Siempre me atrajeron las mujeres. Y no cualquier mujer, si no mujeres como las chicas que provocan mi admiración. Me refiero a admirar sus lindos cuerpos delgados, con curvas provocativas de forma delicada, sus pieles tersas, claras, para notar sus venas y porque son las de tez clara quienes generalmente poseen labios rosa carmín. Cuestión de gustos, no de prejuicios. Los ojos deben ser muy expresivos, no importa lo que expresen. Su personalidad, de igual manera tiene que ser atrayente, misteriosa, todas aquellas personas que me enseñan algo nuevo, todas las que me hacen saber más historias, todas las que me hacen descubrir cosas en mí misma, esas personalidades son las que más me cautivan. Así sea hombre, o mujer, pero en este caso que hablamos de mujeres, que hablamos de Jessica, puedo decir completamente convencida que, definitivamente no soy homosexual. Me gusta besar unos labios de mujer, por la simple suavidad, la textura probablemente es un poco diferente al igual que el tamaño, pero a pesar de que no se siente mal, no es tan bueno como el beso de un hombre que te gusta. Es agradable, pero no despierta en mi demasiado deseo. Tal vez la atracción hacia el sexo femenino, era mi simple admiración y mi constante afán de experimentar cosas nuevas y diferentes, no hay por qué negarse a sensaciones placenteras para uno mismo, a ninguna, sobre todo cuando se es tan infeliz.
Y Jess llenaba los puntos, pues era hermosa a mi parecer, era delgada, sus ojos redondos, que le daban a su cara una apariencia de muñeca de porcelana, sus ojos siempre parecían trasmitir diversión. La mirabas a los ojos y sabías que hablar con ella te iba a hacer pasar un rato alegre.
Su personalidad, sin miedo a nada, indiferente a todo, al igual que yo en algunas cosas, solo deseosa de satisfacerse a sí misma sin importar hacerse daño o arriesgarse, ella solo era feliz en el momento, aunque quizá después al final estaba muy vacía. Tal vez eso siempre lo pensé, y puede ser que ese era su misterio. Personalidades misteriosas, si.

Yo jamás comenté eso a nadie ni ella tampoco lo hizo, al menos eso creo. No por pena, si no porque no era nada oficial, no era nada que cambiara nuestras vidas, no había por qué anunciarlo.
Ella tenía a Armando y yo tenía a Daniel y fin de la historia. Volví a fallar y me volví a salir de mi casa para vivir 10 días con Jess y de ahí me fui con mis abuelos. Ellos nunca estaban y vivían lejos, en las orillas de la ciudad, podía faltar noches y noches poniendo la distancia y la noche peligrosa como pretexto. Entre Daniel y Jess pasaba los días. Desde temprano me iba a mis clases de idiomas y por la tarde me la pasaba todo el día entregada al vicio. A veces dejaba de ir a la escuela. Cristal, cristal, mucho cristal. Por deseos de mi madre volví a casa y seguía en lo mío. En mi casa, encerrada en mi cuarto, por la noche tenía largas jornadas inhalando cristal. Tanto, que mi pobre nariz no paraba de sangrar, a lado mío había una gran montaña de papel higiénico lleno de sangre. Perdí peso de nuevo, otra vez flaca. Cierto fin de semana, iríamos a la fiesta de campo de uno de los amigos acaudalados de Jess, quienes habían organizado una reunión en una casa -cabaña con amplio terreno y piscinas.
No había mucha gente, quizá eran 20. Armando, Jess, yo y otro amigo nuestro, llamado Julio, nos fuimos a la fiesta.

En la madrugada, mi cuerpo ya estaba tenso de tantos escalofríos por el hormigueo que la droga me hacía sentir, tantos cosquilleos recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza, me tenían con los músculos pasmados. Me dio miedo volver a quedar inmóvil como hace unos años, y cada fumada que le daba a la pipa del cristal tapaba mi garganta como si me hubiese tragado una lija. El asco que me causaba mi revuelto estómago era a penas aguantable. La amargura de la cocaína me seguía bajando copiosamente desde mi nariz a mi garganta. No sentía la boca, solo amargura y un saborcillo a vinagre, mi nariz parecía de esponja. Intenté inducirme el vómito y no pude. Yo, una experta, no pude vomitar ni si quiera la cerveza que tomé para aliviar las náuseas, solo salía más líquido amargo, producto de la mezcla de narcóticos y ácidos estomacales. Cuando salí del baño, el desagradable novio de Jessica la reprendía en un rincón, mientras ella tenía su mano en la mejilla, como sobándose una bofetada. Mi cerebro tuvo mil ideas, pero antes de que eligiera alguna, Armando ya le había soltado y se metió a la casa. Jess estaba muy drogada. Me suplicó meternos a la piscina con los demás, y nos metimos. Ahí nos seguimos drogando y la paranoia y el miedo de salir de la maldita piscina me tenían inmóvil, incapaz de sacar medio cuerpo de la piscina, por alguna razón. Entonces ella se salió sin mí y se fue con dos hombres, y regresó poco después, después de haber tenido sexo con ellos, supongo. Mi mal viaje en ese entonces había pasado, y Jess y yo volvimos a la salita al aire libre donde había unas 15 personas. Armando había desaparecido. Jess siguió picando más droga en la mesa y no paraba de consumir, ya se veía totalmente dopada. Yo seguía asqueada y de nuevo fui al baño. Cuando salí, tuve que presenciar una escena que me dejó un poco perturbada, estaba Jess desnuda subida a la mesa, metiéndose múltiples cristales por el ano, y permitiendo que los chicos a su alrededor también le introdujeran algunos.
Cuando me percaté de las oscuras intenciones que tenían los hombres de su público, decidí intervenir y le susurré al oído que quería que me acompañara al baño, y le hice creer que le estaba seduciendo. Me la llevé, y ella haría todo lo que yo le pidiera, iría a donde yo le dijera, entonces fuimos a su auto. Vi que el auto estaba ya ocupado, Jess no sabía nada, ella estaba dopada y tirada al suelo, jugando con la tierra y revolcándose como una víbora. Entonces, no me impresioné mucho que digamos, pero allí estaba Armando semidesnudo y encima de una chica desconocida. Le supliqué que bajara, y lo hizo, no sin antes exigirme dinero. Pasó de la mano con la desconocida, justo a lado de Jess tirada en el suelo, desnuda, sin prestar si quiera atención a la semejante vileza que su novio le restregaba en cara. La subí al auto, y ella de verdad creyó que tenía intenciones de seducirla, así que sabía que no me dejaría conducir hasta su casa si no le daba algo que le calmara o entretuviera. Para empezar, saqué hierba y una sábana y le pedí que hiciera un cigarro de marihuana.
Esto le llevo tiempo, y fumarlo hizo que se relajara un poco. A ella le dí a beber dos cervezas. Fumamos tres porros y medio en el camino, hasta que yo ya me sentía somnolienta y ella acababa de vomitar por el mareo de la cerveza y la cantidad de hierba, y ahora estaba con los ojos cerrados y en reposo, No reaccionaba. Cuando llegamos a su departamento, la tuve que subir a rastras al segundo piso, cargando la metí a la ducha y la bañé con agua fría hasta que despertó, bebió una taza de leche, un poquito de agua, se fumo unos cuantos cigarrillos, se tomó más cervezas, le preparé otro porro y otro y otro, fumamos hasta que se quedó dormida. Al mirar su rostro mientras dormía, noté que mi admiración se había ido. Ahora sentía un sentimiento extraño. Pensé que quizá era ternura por lo que le sucedía. Luego entendí que solo era lástima, pura lástima, el misterio se fue, descubrí su interior, ya no hay misterio y la parte de la personalidad se fue. Ahora sentía, solo pena por ella. Pero bueno, me recosté a su lado y también concilié el sueño.

Desperté por sus manoseos, ella no recordaba ya casi nada de ayer, al menos no de lo peor, entonces no entendió por qué ahora no quería tenerle cerca. Al ver que se aproximaba, me alejaba, porque sentía repulsión y un sentimiento que ya la había convertido en una mujer ordinaria y sin gracia, que ya no reunía todos los requisitos para agradarme. Así que ella no supo interpretar mi actitud distante y fría,

-¿Estás enojada? ¿Acaso hice algo malo ayer? Dímelo, porque no recuerdo nada.
-Nada, a mí no me has hecho nada. - Respondí, asegurándole a los ojos.
-Pues estás rara, pareces seria conmigo, ¿cómo estuvo ayer?

Me quedé callada, no sabía que decir.
-No sé, debiste haberlo vivido tú para saberlo.
-¿Por qué te arreglas? ¿Ya te vas? ¿No veríamos películas? Compramos mucha hierba.
-Perdóname, no recordaba que hoy tenía cierto compromiso, olvidé avisarte.

Estaba mirándome al espejo, sin voltearla a ver, hasta que sus sollozos me hicieron volverme.

-¿Y ahora, qué te pasa?- Le pregunté.
-ARMANDO. Armando me golpeó ayer, de nuevo. Me quiso dejar, me golpeó por celos.-

Le aconsejé que lo dejara, ya que yo también lo había visto golpearla. Las preguntas de Jess por averiguar los detalles de la noche, me hostigaron demasiado. Así que le conté todo lo que hizo, que tuvo relaciones con desconocidos, que todos le metieron cristales por el ano, que su novio la engañó en su auto, y que ya todos conocían su anatomía a la perfección. La vi llorar y manifestó que no podía parar, y me abrazó, y lloró en mi hombro, y yo a pesar de tenerle lástima, no me conmoví y mi expresión seguía apática. Solo quería que me soltara. Cuando terminó, le dije que ya me iba.

-¿Te vas y me dejas en momentos difíciles?-
- Ya te dije que tengo ocupaciones.
-Olivia, no me hagas esto tú. ¡NO ME DEJES TÚ! Todos me dan la espalda y a nadie le intereso. Eres la única persona que me ha llenado mi vacío estos últimos meses. Si Armando me golpeó, fue porque estaba drogada y le confesé que te quería. Eres aún más especial que Armando.-
-Pues entonces es momento de frenar eso de ocupar un sitio especial en tu vida. No lo tomes tan a pecho, porque yo ni si quiera soy lesbiana. Lo hice todo por diversión y si la diversión acaba, ya no tiene caso hacerlo. Te aprecio como amiga, normal, con trato normal. Eso es lo único que puedo ofrecerte. - Le dije con sequedad.
-¡Nadie vale nada en mi vida! - Dijo Jessica, con furia, aventando su laptop y se destrozó en el suelo.
-Jess, lo siento, pero tienes un don para desaparecer en un segundo el cariño que los demás tenemos por tus virtudes. Adiós.

Y salí, sintiéndome satisfecha una vez afuera.






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