miércoles, 29 de julio de 2015

Demasiado tarde.

Yo y mi eterna obsesión contigo. Dicen que existe el primer amor y le siguen los demás, pero yo, estúpida y anormal, no he podido dejar ir a mi primer amor. ¿Primero? Segundo, tercero, cuarto... Tantas veces has venido a remover mis sentimientos, mis dudas y mi corazón, que la verdad es que no solo fuiste mi amor una vez, lo fuiste toda la vida, al menos hasta hoy, que sigo pensándote, que sigo acordándome y que sigo hablándote. Yo y mi eterna obsesión contigo. 
Te vi por primera vez aquella tarde, esperándome en el centro comercial. No te conocía, ni tú a mí, al menos no en persona, pero sabíamos que nos habíamos caído bien. Y te vi, alto, con tu cabello un poco largo, y he ahí el momento en el que me encontré con mi fascinación que me llevo a la perdición de mi orgullo; el par de ojos verde como el pasto, enmarcados con largas y copiosas pestañas, aun más brillantes y aun con más historias que como se veían en tus fotografías. Te he escrito tanto y mis dedos te han dedicado tantas letras y tantas formas, que podrías ser la Gala de mi Dalí. Y tú, eres ese agraciado hombre guapo y despampanante, que además de todo posee una personalidad que me eriza la piel. ¿Por qué? Tal vez no he vivido enamorada, pero he vivido tan frustrada y con dudas punzantes que me avergüenzan y reprimen mi corazón orgulloso, que al temer no ser correspondido, se ha limitado a dudar, a suprimir y a sentir, a su vez que para no explotar, te concede textos y textos, dibujos y hasta música. 
Creo que si no hubiera sido por el contrafuerte de tu apatía y a veces amor que me hacían confundir, tal vez yo no sentiría nunca esta sensación de pertenecerte y de que me pertenezcas sin ni si quiera poseer un título esencial. Nos queremos sin poseernos, nos tomamos de las manos sin cerrarlas, nos encerramos sin puerta, nos retenemos sin ataduras. 
Te veo despabilado, pero al final sigues estando aquí, aunque nunca supe si era mi cara, mi cuerpo, el cuál tú siempre quisiste y gustaste de el sin importar cuanto pesara, o si fue mi actitud o mi persona, hasta que llegó el momento de separarnos para siempre. Ni el tiempo, ni las personas que pasaron por nuestro lecho nos hicieron perder la conexión en nuestras pieles, los sensores volvían a activarse piel a piel, más esperaba que pudieras oler en mi piel esa pizca de amor mezclada con mi constante melancolía y aquél toque de miedo, miedo de que entraras más a mi vida, o miedo atroz a que salieras de ella. 
Dejo que se me escape de las manos el calor de las tuyas, pero en cuanto empiezan a sentir frías, las vuelvo a buscar; y solo las tuyas, que tienen aquél equilibrio en el temperamento, el clima perfecto, no me siento encerrada ni sofocada, y sin embargo tampoco llegué a sentirme helada. 
Todo ese tiempo callé, deslumbrada por tus talentos y tu gracia, pero sin saber qué hacer en la oscuridad de tus defectos, que me envolvían a medida de que mi vida se mezclaba con la tuya. No te dije nada hasta el final, cuando el tiempo y la seguridad me hicieron libre; cuando lloraste al verme partir, cuando me expresaste todos y cada uno de tus sentimientos hacia mí, ese momento en el que me abriste los ojos y me mostraste la galería de dibujos y de más arte que había nacido inspirado en mí, ese momento en el que me mostraste todo lo que me escribiste, todo lo que hiciste para mí que estaba casi segura de que esos detalles no existían, y cuando tus amigos me rebelaron tus desvelos y borracheras añorando a nadie más que a mí, cuando tus labios se abrieron para decírmelo todo mientras tus ojos de luciérnaga se fijaban en mi mirada, me dí cuenta de que estaba ahí, todo lo que siempre quise obtener de ti; me querías más que a nadie, y yo siempre lo supe, pero mi desconfianza no me permitían aceptarlo, y cuando al fin me sentí inequívoca, también pude pronunciar algunas palabras que te demostraban cuánto me has importado todo este tiempo. Sin embargo, ya era el momento de decirnos adiós, y en ciudades diferentes, terminamos distanciados, limitándonos a escribir lo mucho que nos extrañamos y lamentándonos los dos, aquellos 7 años de amor a medias en el que quizá pudimos serlo todo, aunque quizá solo hubiera durado un momento. ¿Arrepentirnos por no haber dejado los rodeos atrás y entregarnos por completo, sin miedos? ¿O alegrarnos de que quizá la duda fue la que hizo que no pudiéramos abandonarnos jamás por aquél gusto extraño hacia lo desconocido? Tal vez ya no importe. 

1 comentario:

  1. Prácticamente conocí tu blog por twitter y me encantó desde el comienzo. No sé si es porque me siento identificada o porque admiro que seas capaz de mostrar este lado de ti, tan diferente, o por el simple hecho de leer tus palabras, como fluyen y logras una conclusión perfecta, comienzas con un tema, eres capaz de desviarte y al final volver a él en el momento indicado. Me encanta como escribes y cuando dejas twitter o por alguna razón he pasado tiempo son entrar a tu blog de un momento a otro me acuerdo de ti. He leído bastantes blogs y este es el único que logró engancharme. Entiendo que a veces estés ausente, y tal vez es bueno porque cuando vuelves es aún mejor. Jamás te prives de la belleza de las palabras bien entrelazadas, el arte de escribir es muy valioso.

    ResponderEliminar