jueves, 29 de enero de 2015

Día Uno.

Crisis pasada y superada. De nuevo volví a explotar. Creo que es lógico, nunca siento nada, nunca me importa nada, el periodo de apatía suele ser un poco largo. Pero si hay frustración, hay lágrimas atoradas en mis ojos, por eso abro la boca y la tuerzo lado a lado, endurezco la mandíbula, miro hacia el techo, aprieto los dientes, los puños, y no exploto. Llorar de tristeza no es tan grave... llorar de enojo es insoportable, porque si en vez de desquitarme tengo que quedarme callada, la furia contenida me tensa los músculos, me aprieta en el pecho, lo aplasta, me duele y me quema, y siempre, al final de todo, al final de tanto contenerse y aguantar las explosiones, un día todo se acumula y ¡BAM! Tarde o temprano, reviento. Y hay sangre, siempre termina habiendo sangre, mía, de alguien, de quien sea. Y lágrimas, muchísimas. Salen todas las lágrimas durante el ataque psicótico. Imposible medir la fuerza con la que paso la navaja, mi gran problema, no le temo a la muerte ni un segundo mientras tenga odio en mi pecho. Imposible medir la fuerza cuando lastimo a los demás que me hacen enojar. Ante los que me hacen daño parezco tan despiadada y sin embargo, no tengo la mínima compasión por mi pobre cuerpo y mi pobre mente. Y la voz se burla, repitiendo ''¡Mira como me haces caso!'' Una y otra vez.
Los monstruos nunca se fueron, solo estaban dormidos. Siempre terminan saliendo y al momento, parece que los quiero. Si, admiro su coraje y su poder para apiadarse de mí. Me río siempre que los veo aparecer, y cuando todo pasa y miro la gran obra, siento vergüenza y mucho miedo.

Y todo para que la única esperanza que me quede, no sea ser feliz, no sea el tiempo, si no un frasco de pastillas de esas que te hacen ver estrellas y sonreír como imbécil, conteniendo el mar de baba en la boca. Es lo único que puede acercarme a sentirme y actuar como alguien normal, sonriendo aunque en el fondo sepa que todo sigue igual, y me daría cuenta si no fuera por los medicamentos, que aunque la mejoría no sea real para mí, es real porque lo parece, superficialmente, y mientras todo salga bien y yo tenga una sonrisa en la cara, supongo que vale la pena soportar que unos desconocidos te exijan que les cuentes tu vida sin conocerlos, así tan fácil, y escuchar sus comentarios idiotas de: ''¿Estás dispuesta a curarte?'' Pues míreme, estoy aquí sentada en su maldito consultorio contestando sus preguntas, entonces evidentemente si quisiera curarme. ''¡Oh, pero si no cambias tu actitud, no podrás recuperarte'', siendo que si pudiera cambiar mi actitud sin ayuda, no estaría aquí en este hospital viendo su cara rancia, ¿No cree?.

Y me doy cuenta de que para sobrellevar la vida sin enfermarte la cabeza, no tienes que tratar de pensar más allá de lo que se escuche bonito, aunque a veces lo que se escucha bonito es demasiado falso y demasiado simple para lo cruel y compleja que es la vida, en realidad. Y si uno no es capaz de actuar de acuerdo a la sencilla y adornada ideología de las personas comunes, tienes que tomar medicamentos que te ayuden a acercarte a la realidad que la sociedad nos inventó.



3 comentarios:

  1. Exactamamente. Es la cruda, crudísima realidad. La única buena noticia es que como los monstruos no se van, siempre puedes sacartelos en forma de arte. Es lo que los grandes artistas han hecho siempre. Tu que lees, lee esto.

    http://www.tusquetseditores.com/titulos/ensayo-el-cuerpo-nunca-miente

    Tambien aprederas eventualmente a amar tus pastillas, amarlas, temerlas, la vida es un infierno divertido y desierto. Besitos.

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